viernes, abril 26, 2024
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Confesiones y retratos

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Cae la confesión de Eguiguren sobre la de González,  y su negociación explícita con el jefe de ETA, Josu Ternera, en 2006,  otro vasco al que le unían tantas cosas generacionales,  según expresó, sobre la duda moral del ex presidente de haber “volado” a la cúpula  de  ETA,  un dilema resucitado veinte años después.  (González dice hoy haberse visto entonces en la disyuntiva, al año de que sus representantes se sentaran, también, en la Mesa de Argel).

Hay un abismo entre las dos confesiones, entre evocar la aniquilación como una posibilidad y  elogiar la negociación.  El alud de interpretaciones que plantea la confesión de González contiene la certeza de una omnipotencia. Él pudo –y no quiso, vino a decir-,  haber terminado de un plumazo con la ETA.  Dijo no,  y aún hoy duda de si hizo “lo correcto”.  Retórica modelación de la propia biografía.  Sólo dos años  después de aquel dilema, esa misma cúpula de la banda era detenida con todas las de la ley en Bidart.  Tal vez el ex presidente se conceda ahora la potestad de haber podido terminar con la banda. O de que aquel camino hubiera sido más certero.

Eguiguren también se vanagloria de su poder,  el que le otorga ser reconocido por su saber sobre el mundo de ETA,  pero en sentido opuesto.   Se declara feliz por las buenas nuevas que anuncia y pone gestos solemnes cuando asegura que el final es “Ya, ya”.   Lejos están otros tiempos fracasados a los que alude con nostalgia, como sus numerosos encuentros (treinta horas, en once sesiones durante 24 días, según cuenta Florencio Domínguez El Correo, 9/11/10) con Josu Ternera en Suiza, en julio de 2006.  No le frenan los recuerdos de tantos compañeros asesinados el expresar su cercanía vital con el dirigente de ETA, por encima de su condición de víctima:  “La misma edad, la misma historia, las reflexiones comunes…”  Ser vascos, alude, es la clave,  la esencia que se sobrepone sobre la división en la sociedad vasca provocada por el terrorismo. Un mundo en el que caben los afectos, relata, y en el que da por hecha la reconciliación.

Por si acaso esquiva la espinosa cuestión de la disolución de ETA, “algo que no lo hacen los grupos terroristas, como el IRA”, ante la importancia de lo que él explica como el fin del terrorismo que mata. También otra no menor, la del papel de las víctimas: “son lo más importante, pero… Las víctimas no pueden decidir la política”.  No es un discurso aislado. Lo ha defendido también la directora del Observatorio de Víctimas del Gobierno Vasco, Maixabel Lasa, viuda del ex gobernador civil de Guipúzcoa, Juan Mari Jáuregui.  Lo ha hecho oportunamente en vísperas de la conmemoración del Día de la Memoria, instaurado por primera vez este miércoles en Euskadi, en honor a las víctimas.  Pero es justamente la memoria de los muertos la que reclaman sus allegados, y sus representados. En virtud de su función y su mensaje político fueron asesinados.

Cae el lamento de Eguiguren sobre su gobierno socialista vasco, porque sólo se dedique a hacer trenes y carreteras y rehúya  lo principal ,  y reprocha también al Gobierno de Zapatero una inacción ante el escenario que vislumbra.  Tan convencido está de la paz que augura el éxito electoral para su partido en Euskadi, en 2013,  si todo sale como apunta.  Eso sí, ya en una Cámara en la que se sentará Batasuna.

Hay otro lenguaje encriptado en su expresión que encierra una paráfrasis. Usa con denuedo la boca, los ojos, las manos y los dedos cuentan lo que llama “datos” fiables.  También sus silencios solemnes redundan en su certeza.  Su confesión cae sobre la de González.

Chelo Aparicio

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