viernes, abril 19, 2024
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Bush, el disidente

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La asombrosa y nada creíble declaración televisada de George Bush al manifestar que él era una voz “disidente” al oponerse a la intervención armada en Irak no pasa de ser una maniobra para lavar su imagen ante la historia. Ha dicho el expresidentes de Estados Unidos que “no quería utilizar la fuerza contra Irak” y que todavía siente “náuseas” cuando  piensa que no se encontraron armas de destrucción masiva, lo que había justificado la invasión y la guerra.

Es difícilmente comprensible que George Bush, con todos los poderes en su mano, tuviese que terminar por acertar el empleo de la fuerza, como única solución para acabar con la dictadura de Saddam Hussein, en contra de la opinión pública mundial. Como en tantos otros asuntos trascendentes, Bush tenía sobradas posibilidades de haber impedido la guerra por mucho que sus asesores aconsejaran el conflicto. Es una actitud de cinismo como no se recuerda en el ámbito de las relaciones internacionales.

Lo que nos quedamos sin saber es si el presidente USA comunicó a sus aliados, Blair y Aznar, esta posición tan personal. Parece claro que no lo hizo. Del la actitud del Gobierno británico sabemos conocemos poco. Pero en el caso del Consejo de Ministros de España había serias discrepancias, entre ellas la del vicepresidente Rodrigo Rato, claramente contrario a que nuestro país enviase tropas a Irak, aun con el pretexto de ayuda sanitaria y humanitaria.

Enfrentado a la opinión pública nacional, que el 15 de febrero había protagonizado en Madrid la mayor manifestación que se recuerda, el entonces presidente del Gobierno de España siguió adelante e inmortalizó  asentimiento en la famosa foto de las Azores (16 de marzo de 2003), que le acompañará toda su vida como la peor estampa de su vida política. Es de esperar que José María Aznar revele ahora si George Bush les trasladó a él mismo y a Tony Blair sus duda y las presiones que recibía del Gobierno americano. Es un capítulo de la historia que Aznar no debería evitar a los historiadores del futuro.

La aparición en Estados Unidos de “Momentos decisivos” (“Decision points”), el libro de memorias de Bush, tiene ya aseguradas sus millonarias ventas después de esta declaración farisaica, la primera desde que abandonó la Casa Blanca hace dos años. Habrá que leer las 481 páginas del libro, mezcla, por lo que se dice, de recuerdos personales y análisis político, para conocer a fondo la naturaleza de este arrebato de sinceridad y para calibrar si ello supone arrepentimiento o un solo descargo de conciencia para que la historia sea indulgente con su figura.

Los quebrantos de todo tipo que ocasionó la guerra de Irak, sus consecuencias en el orden internacional, y el gasto que supuso al Tesoro estadounidense, son cuestiones todavía por depurar ante la opinión pública. Acaso lo reserve George Bush para una próxima entrega de sus memorias en las que aclare asimismo la situación en que le dejó la Presidencia a su sucesor, Barack Obama.

Francisco Giménez-Alemán

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