sábado, mayo 18, 2024
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Operación venganza o la fuerza de Gómez

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Miedo, rodillo, imposición. Los socialistas de Madrid que apoyaron a Trinidad Jiménez han vivido el anuncio del nuevo comité electoral de Tomás Gómez como una amenaza continua hacia la exclusión. De los doce miembros, están solo los suyos, núcleo duro, únicamente quienes sonreían en la foto del triunfo. Este trámite, formar un grupo para elaborar la estrategia electoral de las elecciones autonómicas, habría pasado desapercibido en cualquier Comunidad Autónoma si no fuera porque Gómez es, desde entonces, el barómetro de la eficacia política de unas primarias unido al liderazgo de Zapatero.

Concluido el proceso, ocurre lo que Felipe González habría pronosticado: el Psoe en Madrid está más dividido, roto y crispado que antes. El resultado, tan cercano al empate, 51,8% frente al 48,2%, según los que han perdido, debería obligar a negociar. Pero en cuestión de un mes, Tomás Gómez, lejos de la inmovilidad, ha ido al grano. Ordenar a Pedro Castro, alcalde de Getafe desde 1983, salir de las listas en favor de una candidata tomasista fue un atrevimiento. Precisamente a Castro, el primero en desmarcarse públicamente por Trinidad Jiménez. Lo hizo acomodado, eso sí, entre Rubalcaba y José Blanco, artífices uno y dos de las primarias.

Resolver, liderar, ganar. Los que apoyaron su candidatura no ven moobing ni vendettas. Creen que Gómez apuesta por un equipo eficaz para conquistar la presidencia de Madrid en 2011. Y quién mejor que los suyos para diseñar la maniobra electoral. Preguntados por si hubiera sido mejor dar esquinazo al revuelo contando con uno, dos a lo sumo, de «los otros», reflexionan: «Perder un puesto en favor de escenificar la integración no merece la pena».

Escenificar, perder… Y si a esto se añaden sus declaraciones el día que Zapatero celebró el cambio de Gobierno en pleno Comité Federal, erigiéndose en portavoz de todos los socialistas ante los medios, con aquel «queremos que repita pero también que desvele su futuro» deja claro por dónde quiere ir Gómez. Ha visto que su nombre se ilumina en la polémica, con los golpes de efecto.

Lo vio y se demostró en el camino de Parla a la Moncloa. Se midió con Zapatero tras el no en la casa presidencial y sus aparentes perfiles de líderes express. Ahora, tomasistas y contrarios, reniegan del símil. Al preguntarles un mes después ¿En qué se parecen?, dicen que en nada. Los suyos podrían llegar a utilizar la desafección general hacia el Presidente a favor de Gómez. Y los trinitarios, responden: «En la altura, poco más. Zapatero ganó contra Bono al cincuenta por ciento, equilibró y contó con todo el mundo. Hubo desplantes, tocada de narices, el felipismo poniendo palos en la rueda, pero el Presidente no les excluyó», recuerda un diputado de Madrid. La refriega definitiva serán las listas electorales. Una bolsa de trabajo público para diputados con un fondo de ciento veinte puestos, de los cuales podrían salir unos cincuenta, no hay para más.

Entonces, ¿Cómo se reconstruye un partido enfrentado a partes iguales? Integrando, dicen los que perdieron, con pocas esperanzas de que así sea. O dejando pasar el tiempo; «La alta participación, la pasión que despertó el proceso, fue como en un partido de fútbol. La tensión irá bajando poco a poco», comenta un responsable de la campaña ganadora.

Gómez puede y debe imponerse, por algo es Secretario General. La factura de integrar o excluir será suya. Lo que no debe es contradecirse. En su aura de nuevo líder se va instalando la idea de que miente. Negó que hablara con Manuel Chaves sobre las encuestas y con Pedro Castro para sacarle de las listas. Con la composición de su grupo electoral ha ocurrido lo mismo. Sus declaraciones sobre «un proyecto de partido, no de personas», o el «yo quiero sumar todos los esfuerzos» le delatan, porque quienes temían represalias por apoyar a Jiménez, de momento, no están representados en ningún sitio.

En la crítica que le hacen los medios al negar la evidencia y los hechos probados, Gómez ve complots, conspiraciones en su contra. Pero el error está en la manía de hacer y decir cosas distintas. Como ejemplos de manual quedó la gestión del 11-M en el PP o la negación de la crisis por parte de Zapatero. En Gómez, el defecto de forma se repite. Y su equipo, en lugar de buscar enemigos, debería mirar más allá de los otros.

A todo esto, de fondo están las elecciones autonómicas de mayo. Con todas las encuestas a favor de la mayoría absoluta de Esperanza Aguirre, y con la opinión generalizada de que el Psoe en Madrid está en peor forma que el de las generales, es probable que, llegado el momento, gane el PP de Aguirre. Veremos entonces si la euforia de las encuestas sirve para algo más que abrir debate.

Pilar Velasco

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