viernes, abril 26, 2024
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Cuando la deuda es una cuestión de seguridad nacional

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Hace varios meses, un grupo de oficiales especializados en logística del Cuerpo de Ingenieros de las Fuerzas Armadas desarrolló una estrategia de seguridad nacional como ejercicio de entrenamiento. Su principal recomendación para conservar el liderazgo mundial estadounidense fue «restaurar la disciplina fiscal».

Es un pequeño ejemplo del consenso que se está formando entre los expertos en seguridad nacional dentro y fuera de la Administración Obama: para desempeñar un papel eficaz en el mundo, Estados Unidos tiene que reestructurar su fortaleza económica nacional. Tras una década de guerra y crisis financiera, EEUU ha incurrido en deudas que suponen un problema de seguridad nacional, no solamente económico.

Esta necesidad de restaurar la prosperidad nacional, y compartir el coste y el peso de la intervención global con otras naciones, será uno de los temas de la nueva «estrategia de seguridad nacional» que la Casa Blanca dará a conocer esta semana. Una premisa del documento, según un alto funcionario que participó en su elaboración, es que: «No podemos actuar en solitario. A menos que encontremos formas de involucrar otros países, tendremos problemas».

La Administración Obama quiere que otras naciones participen dentro de una nueva arquitectura global que materialice una de las fórmulas favoritas del presidente: «derechos y responsabilidades mutuas». Pero hay un pero: en el mismo momento en que Estados Unidos está impaciente por compartir el liderazgo, gran parte del resto del mundo está dando un paso atrás. Eso se debe a que nuestros socios potenciales están aquejados de los mismos problemas económicos que han debilitado a EEUU.

Europa es en la actualidad un centro de reinserción para derrochadores. Los miembros de la OTAN en Europa se quedaron cortos en su mayor parte a la hora de satisfacer los compromisos de gasto en defensa antes incluso de la crisis económica que castiga a Grecia, España y Portugal, entre otras naciones. Van a estar mucho menos dispuestos a compartir el peso ahora que tienen que financiar un rescate billonario destinado a los enclenques de la eurozona.

Las implicaciones de la crisis de la deuda para la seguridad nacional se ponían de relieve hace un mes durante una sesión preparada por un alto funcionario del Pentágono: «De las 25 naciones más endeudadas del mundo, la cifra de las que son aliadas estadounidenses: 19».

La disparidad entre el deseo de Estados Unidos de compartir el peso y la reticencia de las demás naciones a la hora de acarrearlo está emergiendo en la investigación llevada a cabo por el Consejo de Inteligencia Nacional y la Unión Europea. El objetivo de su estudio conjunto era hacer un pronóstico del aspecto que tendrá el mundo en el año 2025. El equipo europeo-estadounidense se entrevistó con funcionarios de China, Japón, Brasil, Sudáfrica, la India, Rusia y los Emiratos Árabes Unidos. Descubrieron inquietud en estas naciones emergentes por los problemas que se avecinan, pero no voluntad de solucionarlos.

«Lo interesante es lo poco que cualquiera de las demás naciones se sienten responsables», decía un funcionario familiarizado con el estudio.
 Una de las voces más claras en defensa de la disciplina fiscal como cuestión de seguridad nacional viene siendo el secretario de Defensa Bob Gates. El día 8 de mayo pronunció un importante discurso en Kansas invocando las advertencias del presidente Dwight Eisenhower acerca de los riesgos que reviste un estado desequilibrado en el que el ejército es la principal industria.

«Eisenhower se cuidó de ver a su apreciada República convertida en un Estado cuartel inflexible, militarmente fuerte, pero estancado económicamente e insolvente estratégicamente», decía Gates. Advirtió que Estados Unidos se encuentra en una «lamentable situación fiscal»; y que «el torrente» del gasto militar que acompañó al 11 de septiembre del 2001 debe ser atajado. «No podemos tener un ejército fuerte si tenemos una economía débil», decía Gates a los periodistas que cubrieron el discurso de Kansas.

El secretario de Defensa reiteraba el jueves sus pronósticos de que el Congreso tiene que dejar de canalizar dinero al ejército sin límite, diciendo a la prensa destacada en el Pentágono: el proceso presupuestario de la defensa ya no debería caracterizarse por el funcionamiento ‘usual’ dentro de este edificio,  ni fuera de él».

El almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor, también ha defendido la reevaluación de la mentalidad estratégica que alentó dos guerras en el extranjero durante la última década, a un precio importante. «La política exterior estadounidense sigue estando demasiado dominada por el ejército», decía en un discurso el 3 de marzo. Advertía que el ejército debe utilizar su poder «de una forma certera y dosificada», en lugar de insistir siempre en el uso aplastante de la fuerza.

Volvamos al ejercicio de los expertos militares y civiles en logística, a los que se pidió que elaboraran una estrategia de seguridad nacional. Se centraron en los retos nacionales de Estados Unidos, que incluyen «un rumbo presupuestario insostenible», «recursos energéticos exteriores finitos» y «un sistema de educación pobre», y proponían esta sentencia: «La credibilidad en el extranjero empieza por la credibilidad dentro del país». En un mundo multipolar, dicen, «Estados Unidos no puede ser el único garante de la seguridad internacional».

Lo interesante de este énfasis en la estabilidad económica nacional es que probablemente será suscrito por republicanos y demócratas, conservadores del movimiento de protesta fiscal y progresistas pacifistas. En un país que no hay consenso en muchas cosas, podría ser una temática unificadora.

© 2010, The Washington Post Writers Group

 

David Ignatius

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