Es para perder el juicio. Debe de resultar desesperante ser indiscutiblemente el equipo que en la actualidad mejor juega al fútbol -no sólo en España, sino en todo el mundo-, consiguiendo nada menos que 96 puntos en 37 jornadas, y que semejante proeza no sea suficiente, a falta tan sólo de una jornada liguera, para cantar el alirón. La culpa la tiene el Real Madrid, ese Real Madrid aún incipiente y de juego ramplón que, decidido a acrecentar su leyenda de arrojo y tesón, está dispuesto a dar batalla hasta el último suspiro.
Acéptenme el símil. El Barça corre en Montmeló, encara la recta final de meta, tiene el mejor coche de la parrilla, el mejor volante de toda su historia, va a trescientos kilómetros por hora, vibrándole todo, y sigue viendo, sin embargo, al Real Madrid a centímetros por el retrovisor y temiendo que, de un momento a otro, le enseñe el morro.
La madridista es una afición sibarita. Es verdad. Es exigente con los suyos, pero capaz -justo es reconocerlo- de aplaudir sin complejos el talento ajeno, como ya ha ocurrido con Leo Messi, o como antes ocurrió en el Bernabéu con Ronaldinho. El madridismo, que en lo ontológico gusta de personificar el espíritu de la victoria, demuestra también que sabe perder. El aficionado del Real Madrid puede llegar a encajar (no sin disgusto, claro) una derrota en casa ante el eterno rival, pero lo que no perdona, lo que no perdonaría, es que sus jugadores bajasen los brazos, tirasen la toalla, se rindiesen.
El gen de no rendirse nunca, ni siquiera ante el mejor Barça de la historia, es algo de lo que en Concha Espina se puede presumir. ¿Se imaginan, por un momento, que el Valladolid empata en el Nou Camp y que la Liga se va a Madrid? La hipótesis se antoja alejada del realismo, pero si ocurriese -algo que tampoco puede científicamente descartarse-, el Real Madrid habría logrado tres de las cuatro últimas Ligas, no ante el Barça, sino ante el mejor Barça de la historia, el mejor equipo y el mejor juego hoy en el mundo.
El otro día escuché a un buen amigo culé lamentarse tras caer eliminados los de Guardiola ante la cicatera propuesta del Inter de Milán. “¡Joder! -estaba enfadado- ¡Nadie juega como nosotros!, ¡pero, joder! -estaba enfadadísimo- ¡Eso tiene que valer luego para ganar títulos!”. “Los ganasteis todos el año pasado”, le recordé tratando sin éxito de consolarle. “¡No!, ¡no!, ¡no vale ganarlo todo en un solo año!, ¡hay que ganarlo todo durante varios años, que es más difícil!, ¡ahora que el Barça es el mejor, debe ganarlo todo para marcar una época!”. “Ya, claro, ¡pero eso es muy difícil, nano!”, le contesté. Sin dejarme terminar la frase contestó resentido: “¡Pues cuando el Madrid ha sido grande ha ganado cinco Copas de Europa seguidas o cinco Ligas seguidas, como con la Quinta del Buitre… o tres Ligas de Campeones en cinco años como hicieron Raúl, Figo y Zidane y compañía!”.
Lo mejor de la Liga este año es que, gane quien gane, lo habrá merecido. Será justo vencedor… ¡y el Barça tiene todas las papeletas!
Armando Huerta