La Liga de Campeones es la exigencia inmediata del Real Madrid. El miércoles tiene la obligación moral de confirmar su notabilísima mejoría frente al Olympique de Lyon, adversario que este año no posee la calidad de la anterior confrontación. Con la nueva fórmula de la UEFA, Barcelona y Sevilla jugarán los partidos de vuelta la próxima semana.
La entusiasmante forma con que el equipo madrileño venció al Sevilla, y el haber alcanzado al Barça en la cabeza de la clasificación ha puesto al madridismo eufórico y esperanzado. No podrá conseguir los seis títulos del equipo catalán, porque fue eliminado por el Alcorcón en la Copa del Rey, pero ya se echan cuentas por cinco.
Nada hay tan euforizante como las victorias conseguidas por coraje. En el Madrid se ponderan más los triunfos conseguidos con angustia, con remontadas, echando mano de la épica, que aquellos que llegan de modo natural, por la superior calidad de su fútbol y la inspiración de sus jugadores.
El Madrid es el equipo español que peor lo tiene en Liga de Campeones porque ha de remontar un gol en contra y sin haber marcado en Lyon. Tal vez por ello, porque se presume otra noche de rememoraciones históricas, el estadio se llenará y el ambiente será de los más cálidos que puedan vivir los futbolistas.
El Madrid ha recuperado a Guti aunque no se sabe por cuánto tiempo. Su mala cabeza le ha impedido ser jugador de orla y en los últimos tiempos padece lesiones que imposibilitan su regularidad, que sería la del propio equipo.
La gran ironía de la actual campaña es la presencia de Van der Vaart. Los sabios de la casa lo quisieron liquidar como a Robben y Sneijder, jugadores ambos que había pedido Pellegrini. Van del Vaart no salió, por falta de compradores, y ha demostrado que el equipo juega mejor con él que con Kaká. Pero éste costó muchos millones.
Julián García Candau