¿Para qué sirven las previsiones sobre la economía de los países que realizan los organismos públicos como la Comisión Europea? ¿Para qué?, insisto. Probablemente la respuesta más ajustada a la realidad sea que se hacen para mantener abierto un servicio de previsiones con altos funcionarios que cobran grandes sueldos por su trabajo.
¿Podría corregirse al alza o a la baja el sueldo de los funcionarios de esos servicios cuando fallan, hierran, fracasan o, simplemente, se equivocan casualmente en una dirección predeterminada acorde, por cierto, con intereses previamente definidos? ¿Se permitiría un empresario tener un departamento en su empresa dedicado a analizar la coyuntura y que emitiera informes que corregir cada dos meses en la dirección opuesta de su propio planteamiento? ¿Se permitiría una familia pagar a un asesor para analizar y recomendar inversiones pequeñas, planes de pensiones o algún producto financiero cuyo éxito dependiera de tal análisis y éste fuera erróneo continuamente y se corrigiera en sentido contrario cada dos meses?
¿Acaso los inversores no toman nota de este tipo de análisis? ¿Hay, quizá, departamentos que analizan las previsiones y sobre ellas realizan nuevas previsiones sobre las correcciones que se realizarán dos meses después? ¿No? Que extraño.
Debería instituirse un departamento tal en la Comisión Europea, ya que, al fin y al cabo, ¿qué más nos da pagar con nuestros impuestos a dos que a tres? Eso, ¿qué más da? O lo correcto sería decir: ¿quién da más? Seguro que Almunia, que nos mandó al sur de los Balcanes hace menos de un mes y hoy es cobrador de salario en la Comisión Europea, el organismo que ha mejorado sus previsiones de hace dos meses sobre la economía española para el presente ejercicio, al calcular que el PIB español se contraerá un 0,6% en el 2010, dos décimas menos que sus anteriores estimaciones.
Es lo que tienen las estimaciones de los funcionarios blindados de la Comisión Europea. Y lo que tienen los errores acumulados. Quizá sería más interesante cambiar esos departamentos por filiales de las casas de apuestas y hacer previsiones sobre las economías nacionales europeas como se calculan las posibilidades de éxito de los cantantes en Eurovisión o de los equipos de fútbol en la Eurocopa.
Pero ya ven, este tema no tiene mucho interés: hay que bucear en los diarios para encontrar alguna referencia destacada. En fin, lo más sorprendente es que Almunia no haya dado una rueda de prensa, con lo que le gusta hablar de la economía española, para anunciar estos datos.
Quizá es que son sólo estimaciones. Con lo bonito que es el verbo estimar en catalán, qué pena que en castellano cada vez que alguien estima tenga que ponerme de tan mal humor por los resultados o por las correcciones.
Rafael García Rico