martes, mayo 7, 2024
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¿Qué idioma habla la Academia?

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«Los DEMOSTRATIVOS son pronombres, determinantes o adverbios que expresan la situación espacial o temporal de alguien o algo en relación con la que corresponde el hablante o al oyente. Los demostrativos constituyen los representantes más característicos del paradigma de las CATEGORÍAS DEÍCTICAS. En efecto, la DEIXIS es la propiedad que poseen muchas expresiones gramaticales para denotar significados que dependen de la localización tempoespacial de los interlocutores».

La cita anterior es un extracto de la Nueva gramática de la lengua española que acaba de publicar la Asociación de Academias de la Lengua Española. Resulta curioso; parece escrito en un idioma que no es el español. Por un lado, su redacción es confusa. Por otro, está llena de tecnicismos, lo que impide que sea accesible para el gran público. Finalmente, parece más propia de una película de los hermanos Marx que de una lengua seria.

Éste es el gran problema que ha tenido la lengua en el último siglo largo: han brotado los profesionales de su estudio. Saussure le dio el primer tiro de gracia, y desde entonces han sido muchos los lingüistas, filólogos y gramáticos que han aportado su granito de arena al galimatías. Además, como en esta disciplina no hay verdades físicas o matemáticas, como en ella todo es opinable, cada profesional de la lengua sigue su propio discurso y a veces uno tiene la impresión de que hay más corrientes que estudiosos. En ocasiones, con cambiar de nombre a una misma realidad, el filólogo de turno ya se da por satisfecho.

Pero lo más asombroso, casi ridículo, es que para hablar del español se adoptan palabras de uso técnico y restringido, lo que impide saber de qué demonios se está hablando. Que alguien haya llegado a descubrir que existe una cosa denominada «deixis», bien, pero ¿en serio es un término tan necesario? ¿No bastaría con hablar de que algunas palabras hacen referencia a realidades más o menos cercanas al hablante o al oyente?

Así, el uso de tecnicismos es un elemento más de esas pseudociencias llamadas lingüística y filología. De manera análoga a la Medicina y la Física, han convertido en coto vedado lo que realmente pertenece a todos los hablantes. Con el agravante de que, a la postre, estos científicos de chichinabo lo que pretenden es recoger en frascos pequeños la infinita fragancia de un idioma que cobra nuevos matices según el hablante que lo esté utilizando en cada momento. Todo esto no tendría importancia si estas gilipolleces de gran complejidad fuesen lo que ahora estudian los colegiales españoles cuando reciben clases de Lengua. ¿Y lo de escribir, leer y reflexionar?

Aún hay más. Otro ejemplo:

«Se suele distinguir entre elementos deícticos OPACOS, que pueden requerir información gestual para identificar el referente, y elementos deícticos TRANSPARENTES, que apuntan por sí mismos de modo inequívoco a las entidades que se refieren. […] La deixis que se obtiene por simple mostración, es decir, por la presencia física de lo que se señala, se denomina OSTENSIVA. Ha sido llamada también DEIXIS AD OCULOS y DEIXIS SENSIBLE».

Si no fuese patético, sería risible que estos grandes técnicos recurriesen al lenguaje figurado, a auténticas metáforas, para hablar de las clases de deixis. ¿No se les ocurrió un terminacho espantoso para este caso? ¿Les sonaba mejor, más bonito, expresiones como deixis transparente? ¿Para cuándo la clara y cristalina? ¿Son gramáticos o poetas? ¿O más bien no saben muy bien de lo que hablan porque su ciencia es difícilmente sostenible por lo elástico y etéreo de la realidad del idioma?

Junto a la Nueva gramática, tengo junto a mí la Gramática de la Lengua Castellana editada por la Real Academia Española en 1883. Frente a los dos pesadísimos volúmenes de la recién publicada -por cierto, a un precio abusivo-, la antigua es un librito de 418 páginas. Que, además, se entienden. Aquella sólo habla de Morfología y Sintaxis. Ésta, también de Prosodia y Ortografía. Sin interminable casuística, con reglas generales bien sensatas -que vienen a decir lo mismo que las del 2010, pero en cristiano-, en ortografía muchas excepciones e, insisto, en un castellano exquisito, como si realmente fuese un libro sobre nuestro idioma.

Si nos ponemos a pensar en los escritores que nacieron a partir de la Gramática de 1883 -Unamuno, los Machado, Azorín, Baroja, Ortega, etc.- y comparamos su idioma con el que empleamos actualmente, encontraremos una nítida diferencia. Quizás ahora se sepan muchas más cosas -deixis anafórica y catafórica, complemento de régimen, hiperonimia, campo léxico…- pero desde luego se habla y se escribe peor. Quizás el que la gramática se escriba en chino tenga algo que ver.

Daniel Martín

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