lunes, mayo 13, 2024
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Obama en Haití

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La ayuda se colapsa en el aeropuerto, la muerte se amontona en las aceras y la esperanza sólo aparece a ratos en las calles de Puerto Príncipe. Un escenario en el que solo se yerguen las palabras precisas. Lo han sido en este día las de Obama, que ha liderado la solidaridad. «Haití es nuestra prioridad máxima», ha acertado a decir tras anunciar los mayores recursos en ayuda humanitaria de la historia reciente de los Estados Unidos ante la mayor catástrofe en siglos en el país. Su discurso tampoco ha hecho concesiones sobre las grandes estafas que provocaron el impulso de la crisis a escala mundial. No era un día más.

En el Elíseo, Sarkozy recordaba que Francia, antigua metrópoli de Haití, había sido el primero en reaccionar; 48 horas después del terremoto ya se ha desplegado en la zona unos 400 efectivos franceses de la seguridad civil. El presidente francés reclamaba la dignidad para Haití y pedía ayuda para que pueda salir de la «maldición» que sufre «desde hace mucho tiempo»

La propuesta francesa de que EEUU, Brasil, Canadá y otros países americanos tomen la iniciativa de convocar una gran conferencia para la reconstrucción y el desarrollo de Haití está impregnada de realismo, pero revela que tanto Francia como toda Europa miran a Obama para liderar la respuesta. El infierno en Haití es el nuestro.

Obama sortea sus dificultades, no logra solventar los escollos en su plan estrella de reforma sanitaria, pero no ha defraudado en sus palabras. Comenzó su primer discurso reconociendo la aportación de su contrincante McCain, derrotado, al que definió como un «héroe americano» y al que profesó su «gran admiración»; siguió ante los paises árabes, a quienes persuadió de renunciar al aislamiento, la incomprensión y la intolerancia, y continuó con su vibrante discurso en Estocolmo, al recibir, con carácter previo, el Premio Nobel de la Paz. En ese foro defendió el uso de la fuerza, en algunos momentos, como algo «no sólo necesario, sino moralmente justificado». No otorgó gloria en la guerra que, por muy justificada, «siempre es una promesa de tragedia humana». Pero aclaró: «Un movimiento no violento no hubiera podido frenar al Ejército de Hitler».

Palabras que no se refugian en estancias oscuras y que, como hoy, ante la muerte en Haití, impulsan a la reconstrucción: «Máxima prioridad» , dice. Más allá de una bella retórica, implica un compromiso. Permite mirar a la muerte y perseverar en la Justicia. Porque si Haití, como decía Sarkozy, no quiere ser la «martir» de este cataclismo el mundo deberá deslindar lo que ha habido de tragedia de lo que la propia miseria se ha encargado de enterrar.

Chelo Aparicio

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