sábado, mayo 18, 2024
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El cambio económico de Zapatero

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La refundación de la política económica, eso que Zapatero y la propia Elena Salgado insisten en denominar «cambio de ritmo», para no incomodar demasiado a Pedro Solbes, no está ofreciendo por el momento grandes novedades. El recetario de Zapatero, que en los últimos días ha ido asumiendo un creciente protagonismo como portavoz principal de las cuestiones económicas, no ha variado apenas desde los primeros días en los que vio lo negro que se presentaba el panorama: prioridad al empleo, protección a los parados y ni un paso atrás en los derechos sociales. Zapatero sigue insistiendo en que la protección y la cohesión social son «señas de identidad» de su Gobierno.

Una propuesta, en suma, tan ingenua como carente de objetivos, aunque este martes ha ofrecido una primera muestra de lo que podría interpretarse como una posición más precavida a la hora de utilizar los recursos públicos, es decir, a la hora de echar mano del déficit público. Al presidente se le ha escapado, en efecto, una frase que parece denotar cierta prevención sobre los «márgenes» futuros de la política económica cuando reconoció ante sus correligionarios del Grupo Socialista que las posibilidades de actuación «no son infinitas». Es la primera vez, que se haya escuchado de forma pública, que el presidente del Gobierno parece mostrar una cierta precaución en materia de gasto público, después de haber destrozado literalmente la ortodoxa política presupuestaria que el país había tejido a lo largo de las tres anteriores legislaturas, las dos del PP más la primera del propio Zapatero. También ha dicho el presidente que estamos entrando en lo que denomina una «segunda fase» de lucha contra la situación de «emergencia» económica que vive el país desde hace casi dos años.

Las declaraciones de Zapatero sobre la nueva orientación económica parecen, por lo tanto, sin abandonar el tono de candidez con el que siempre suele tratar los temas económicos, algo más orientadas al realismo y a las posibilidades que le ofrece el momento político, que no son ciertamente muchas. En esta nueva etapa económica del mandato de Zapatero, su disponibilidad a hilvanar un pacto político con el principal partido de la oposición parece ser muy escasa. Y ello a pesar de la intemperie política que padece en el Congreso, ayuno de aliados políticos sólidos, a no ser que en Cataluña se decida a cambiar de compañeros de baile y afronte un cambio radical en sus alianzas, que le obligaría a aflojar la chequera para dar satisfacción a unos hipotéticos socios nacionalistas. Tenemos de aquí al mes de junio una campaña política de la que saldrán unos resultados que quizás dicten algún cambio de alianzas para hacer más gobernable el país en la segunda etapa de su legislatura.

A corto plazo, su brazo armado para la economía, Elena Salgado, tiene tareas muy precisas: hablar con los sindicatos y con los empresarios para tratar de persuadirles sobre la necesidad de firmar acuerdos. Una tarea compleja la que afronta la vicepresidenta porque hasta ahora los puntos de vista de ambos interlocutores distan de forma abrupta. Los empresarios, apoyados argumentalmente por el Banco de España y por los numerosos diagnósticos de los organismos internacionales, siguen con la receta de la reforma del mercado de trabajo como argumento principal para afrontar la batalla del empleo y del crecimiento. Los sindicatos presentan una oposición frontal a estas propuestas, como es bien sabido. Y Zapatero está claramente decantado en este asunto por la posición de los sindicatos, algo en lo que cree por convicción personal y política y posiblemente porque ir en otra dirección implicaría un importante desgarro interno, que en plena escalada del paro los socialistas no van a ver con simpatía.

El problema es que el paro sigue aumentando y algo habrá que hacer para pararlo y para regenerar el empleo. La firma de un acuerdo entre empresarios y trabajadores exigirá un contenido y unos objetivos que, hoy por hoy, están suficientemente alejados como para considerar la inviabilidad de un acuerdo que sea verdaderamente útil para salir de la crisis. Este es un partido interminable y sin árbitro. Mal asunto y difícil salida. La papeleta de Elena Salgado no es fácil.

Primo González

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