domingo, mayo 19, 2024
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El espejismo de una salida de Afganistán

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Afganistán lleva los últimos meses apartado de los titulares, parte a causa de que su invierno congela la mayoría de las hostilidades y parte  porque se ha visto eclipsado por las revoluciones árabes. Mientras el clima más cálido reaviva el conflicto y el debate político en Washington, el punto de partida podría resumirse de esta forma: gracias al ejército estadounidense, los talibanes han sido expulsados de la mayoría de sus bastiones del sur desde el pasado verano.

De forma que durante los próximos meses, los talibanes van a tratar de volver a Afganistán. El ejército estadounidense tratará de mantener posiciones. Y el Presidente Obama y su equipo civil buscarán desesperadamente la vía de salida.

Obama va a tener que decidir dentro de poco cuántos efectivos estadounidenses replegar este verano caso de cumplir su promesa de comenzar en julio a reducir el incremento de refuerzos que destacó a finales de 2009. Rajiv Chandrasekaran informa en el Post de que los ayudantes  civiles de Obama presionan para imponer otoño de 2012 como plazo de retirada de los 30.000 efectivos regulares que destacó. ¿Por qué otoño de 2012? Hasta la mayoría de los afganos son conscientes de que la fecha no va con su país. 

El repliegue militar parece tener muchas probabilidades de acompañarse de una nueva tentativa de promover un arreglo político entre la  administración afgana y los talibanes. La Secretario de Estado Hillary Rodham Clinton prometía un «incremento diplomático» en un discurso de febrero en el que pareció relajar las condiciones previas fijadas para mantener conversaciones con los talibanes. Corren rumores de que la administración está alentando discretamente una iniciativa turca que permitiría a los talibanes abrir una delegación en Turquía, lo que proporcionaría un canal de comunicación claro.

La idea del parche político es seductora. Sólo tiene una pega: Es un espejismo. No sólo no existe ninguna posibilidad de alcanzar un acuerdo factible con los talibanes, sino que la búsqueda de un acuerdo sólo es probable que agrave una situación política en Afganistán ya difícil. 

La semana pasada me recordaba esto Abdaláh Abdaláh, antiguo guerrillero afgano, ministro de exteriores y candidato presidencial, y uno de  los defensores de la democracia política más firmes de su país. Abdaláh se encontraba en Washington para defender que Estados Unidos  debería seguir invirtiendo sus recursos en la construcción de un estado afgano democrático. 

«Mi inquietud es que prevalece una postura aquí que dice que la campaña militar, en la misma medida que las conversaciones con los  talibanes, nos va a sacar de esto», decía Abdaláh durante su visita al Post. «Como parte de eso, se está sacando la conclusión de que en Afganistán la democracia no hace falta, o no es posible, después de todo». 

Abdaláh, por supuesto, es muy consciente de que se pueden ofrecer pruebas favorables a esa conclusión, su propia campaña presidencial de  2009 frente a Hamid Karzai estuvo marcada por el fraude electoral a gran escala. Pero el antiguo oftalmólogo de lenguaje tranquilo dice estar convencido de que la democracia afgana es más sensata que suponer que apoyar a los talibanes, que aún tienen que dar respuesta positiva a muchas de las ofertas de diálogo, puede inducir el acuerdo político. «Los talibanes no combaten a este estado para ser parte del sistema», decía. «Ellos quieren tumbar el sistema». 

Pakistán, que acaba de acceder a crear una comisión con la administración afgana para explorar la posibilidad de celebrar conversaciones de paz, va a ser crucial de cara a cualquier acuerdo. La suposición es que sus líderes militares presionarán a los jefes talibanes que han sido sus satélites para que acepten el poder en las zonas pastún del sur, pero dejando el resto del país bajo la autoridad de algo parecido al ejecutivo actual.  Pero, sostiene Abdaláh, Pakistán tampoco quiere realmente un acuerdo afgano. Un territorio dominado por los talibanes podría convertirse rápidamente en una base para las facciones fundamentalistas que aspiran a derrocar al gobierno de Islamabad. «A Pakistán le encantaría tener el destino de Afganistán en sus manos», decía. «¿Pero qué es lo que les gustaría que sucediera? No creo que tengan respuesta».

Karzai, que se vuelve progresivamente más hostil a Estados Unidos, podría encontrar preferible la negociación con Pakistán y los talibanes  antes que celebrar elecciones. «La democracia ha dejado de convenirle», dice Abdaláh. Pero Karzai sigue necesitando una alianza norteamericana, en la práctica, está tratando de negociar un acuerdo formal con Washington que establecería el apoyo económico y militar estadounidense en los próximos años. 

De forma que la única manera factible de salir adelante, dice Abdaláh, es que la administración Obama siga invirtiendo en las instituciones afganas. «Lo que tiene que hacer Estados Unidos es permanecer firme en lo que se refiere a las cuestiones de estado. Ser consistente del  proceso democrático», aconseja. «Fijar condiciones a la ayuda, y no retroceder. «Sé que esto es difícil, pero es la realidad», afirma Abdaláh. «Hay que hacer frente a la ineficacia del ejecutivo afgano, al funcionamiento político a nivel local. Esta es la realidad. Es un problema a largo plazo».

Por desgracia, no hay forma fácil de salir.

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