Ningún americano dedica tanto dinero para derrotar al Presidente Obama como Sheldon Adelson, el magnate de los casinos que ha hecho más dinero en los últimos tres años que cualquier ciudadano americano. Él es el ejemplo perfecto de la miserable situación del dinero político, gastando una suma más grande que cualquier donación política en la historia para progresar en su agenda personal, ideológica y financiera, que está violentamente en desacuerdo con las necesidades del país.
El señor Adelson gastó 20 millones de dólares para apoyar al fracasado candidato Newt Gingrich en las primarias republicanas. Ahora, ha dado 10 millones de dólares a Mitt Romney, y ha prometido al menos 10 millones de dólares a ‘Crossroads GPS’, el grupo fundado por Karl Rove que ejecuta los anuncios de ataque contra Obama y otros Demócratas. Otros 10 millones de dólares probablemente irán a un grupo similar fundado por los hermanos Koch, y 10 millones de dólares más a la súper PAC de los republicanos del Congreso.
Conocemos 60 millones de dólares en donaciones (otras pueden ser secretas), y puede ser sólo un pago al contado. Adelson ha dejado claro que explotará al máximo el mundo creado por las cortes federales para donar partes «ilimitadas» de sus 25.000 millones de dólares para derrotar al presidente y a tantos Demócratas como pueda. Un hombre no puede gastar bastante para asegurarse la elección de un candidato impopular, como ya demostró el derrumbamiento de Gingrich, pero puede comprar bastantes anuncios para ayudar a empujar a un candidato a la cima en una ajustada carrera como la de este año. Considerando que Romney no era su primera opción, ¿por qué firma Adelson estos enormes cheques?
La primera razón es su claro rechazo a la solución de dos estados para el conflicto israelí-palestino, apoyada por el presidente Obama y la mayoría de los israelíes. Considera que un Estado palestino sería “un camino hacia la destrucción de Israel y del pueblo judío” y ha llamado terrorista al primer ministro palestino. Está más a la derecha que la principal organización del lobby proisraelí, AIPAC, con la que rompió relaciones en 2007, cuando esta decidió apoyar la ayuda económica a los palestinos.
Romney es apenas ligeramente mejor, diciendo que los israelíes quieren la solución de los dos estados, pero los palestinos no, acusándoles de querer eliminar Israel. Los ocho ceros de los cheques no pagan una respuesta mejor.
Otro interés principal de Adelson es su propia cartera. Él clama contra «la economía de estilo socialista» del Presidente y la redistribución de riqueza, pero lo que él realmente teme es la idea de Obama de aumentar los impuestos a empresas como la suya, que hacen grandes cantidades de dinero en el extranjero. El noventa por ciento de los ingresos de su empresa, Las Vegas Sands, proceden de los hoteles y casinos de Singapur y Macao. (Este último localizado, por cierto, en China, un país socialista). Debido a la tasa inferior de impuestos en estos países (actualmente cero en Macao), la empresa tiene una tasa impositiva corporativa en EEUU del 9,8%, cuando la tarifa estatal es del 35%.
El presidente Obama propuso en repetidas ocasiones acabar con las deducciones y créditos que permiten a empresas como Las Vegas Sands refugiar miles de millones de ingresos en el extranjero, pero siempre ha sido bloqueado por los republicanos.
El Ministerio de la Justicia de Obama también investiga si las operaciones de Adelson en Macao violan la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero, una cuestión que Adelson indudablemente espera que se olvide con la administración Romney. Para este hombre, en un momento en el que no hay límites legales o morales para la compra de influencias, gastar decenas de millones es una miseria con tal de elegir a los Republicanos que prometen guardar intactos sus miles de millones.