domingo, mayo 26, 2024
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La memoria individual y colectiva y la imaginación centrarán el discurso de Juan Marsé

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Juan Marsé habló este lunes más de cine que de literatura en una rueda de prensa cuyo objetivo primordial, según repitió varias veces la nueva ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, era conocer algunos detalles del discurso que el autor catalán pronunciará el próximo día 23, cuando reciba de manos del Rey Juan Carlos el Premio Cervantes.

Aunque Marsé es un escritor muy vinculado al mundo del cine -muchas de sus novelas se han llevado a la gran pantalla, aunque él ha confesado en numerosas ocasiones que no ha quedado muy contento con el resultado-, parecía más lógico que la prensa se centrara en su faceta de escritor, ya que ha sido esa labor la que le ha reportado el premio más prestigioso de las letras españolas. Pero la presencia de la nueva ministra y las conocidas críticas de Marsé a la situación del cine español lograron que la literatura quedara en un segundo plano.

Tuvo que ser la propia González-Sinde la que «recordara» a los medios el caracter literario de la rueda de prensa: «Me parece una pena desaprovechar la presencia del premio Cervantes para hablar de cine, que es un tema del que podemos hablar en cualquier otro momento».

El dilema del nudo de la corbata

Marsé, muy tímido, optó por limitarse a responder a las preguntas de los periodistas, y desveló, con algo de recelo, que en su discurso del jueves hablará de la memoria «individual y también histórica, de cine, de la imaginación y del trabajo de un escritor». Menos le costó reconocer que los días que quedan hasta que ese momento llegue los invertirá en hacerse el nudo de la corbata, algo que «siempre» le sale mal, y entre risas puntualizó: «no sé si me quedará tiempo para hacer algo más».

El escritor de Rabos de lagartija o Últimas tardes con Teresa, que ha sido premiado por «su decidida vocación por la escritura, que le ha llevado a vencer los elementos personales y su dura vida, y por su capacidad para reflejar la España de la posguerra», es un hombre tímido al que la noticia del premio le llegó cuando volvía de una consulta del médico. Poco amigo de las polémicas, afirma que lo que más le preocupa es escribir bien, ya que considera que «el esmero en la lengua es la única condición moral del escritor».

Preguntado sobre el tema lingüístico, Marsé no ve mucho problema en su condición de autor catalán que escribe en castellano: «Para mí eso no es un problema, aunque entiendo que para otros sí lo sea. Yo he vivido siempre en una sociedad bilingüe, y para mí es algo natural», confiesa.

No obstante, el escritor reconoce que es un tema «anómalo» porque la lengua materna de Cataluña es el catalán, pero a él le gustan «los autores anómalos». «Esas situaciones fronterizas me parecen convenientes para el escritor», sentencia en alusión a su literatura en castellano.

Marsé dejó bien claro que para él no hay lenguas amenazadas, o por lo menos, «no en este momento», aunque reconoce «que se han cometido y se cometen errores»; eso sí, advierte de que el problema llega «cuando la lengua se usa como una bandera». Para él, lo importante es el contenido de las obras, más que el idioma en el que estén escritas, y por eso se confesó un admirador de los autores del XIX, en especial Dickens.

Nueva obra

El escritor también se refirió a la nueva novela en la que está trabajando, aunque, como es habitual en él, apenas quiso dar detalles sobre ella. «No quiero hablar de mi nueva obra, ya que es tan compleja que no sabría cómo definirla», dijo, aunque luego avanzó que se trata de un libro ambientado de nuevo en Barcelona, aunque en la de finales de los 40 y en la actual.

«Voy mejorando, porque en mis libros anteriores no mencionaba la Barcelona de hoy, y en este sí lo hago», afirmó entre risas el autor, quien reconoce con un poco de nostalgia: «la Barcelona de mis novelas ya casi no existe, es una ciudad de mi infancia y mi adolescencia y está vinculada a una época en la que la libertad individual y colectiva estaba secuestrada».

Marsé confiesa que siempre trabaja con la memoria, que corrige mucho y que con los años tiene la impresión de que está «perdiendo neuronas a chorros». «Con el tiempo no he conseguido escribir más fácil, y cada vez que termino un libro tengo que empezar de cero, porque el instrumental de una novela no me sirve para el siguiente», confiesa, aunque recuerda con ironía que «algún crítico» ha dicho de él que «siempre» está escribiendo la misma novela.

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