sábado, mayo 18, 2024
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El árbol de la cruz se convirtió en monasterio

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«Sobre una montaña cerca de Jerusalén hay un valle muy fértil y bien cultivado en el que se sitúa una noble iglesia. Se levanta en honor de nuestro señor Jesucristo y su amada madre. Allí en un altar poco profundo, se rinde reverencia al lugar en que se levantó el tronco del que se cortó la cruz», relataba en su guía «Los Santos Lugares» el peregrino Teodorico en tiempos de los cruzados.

Pruebas científicas que corroboren de qué madera se elaboró la cruz de Jesús no hay, pero la tradición cree que fue de un olivo -típico de la zona desde épocas bíblicas- y que el árbol fue plantado hace unos 35 siglos.

Edificado entre los siglos V y VI en el valle que -según algunas fuentes- ya descubriera Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, el edificio fue reconstruido por un rey georgiano en el siglo XI, y a lo largo de su historia ha sido parcialmente saqueado, aunque nunca destruido. El monasterio como lo conocemos hoy es de estilo bizantino y pertenece a la Iglesia Greco-ortodoxa desde el siglo XVII.

Leyenda de piedra

Una vez en el interior, dejando atrás unos patios con árboles frutales y pájaros cantores, se encuentra el cuerpo principal de la iglesia de planta de cruz griega, antesala de un pequeño santuario bajo un ábside.

Este altar reposa sobre una pequeña gruta a la que acompaña una legendaria tradición que se ha mantenido a través de los siglos. La leyenda narra que el patriarca Abraham hizo plantar a su sobrino Lot en ese lugar tres báculos que le dejaron los tres ángeles que le habían visitado antes del fatídico desenlace de Sodoma y Gomorra (Gen 18, 1-2). Tras la destrucción de las bíblicas ciudades, se le ordenó a Lot que regase los tres retoños con el agua del río Jordán como penitencia por sus pecados. «Lot regó la planta durante cuarenta años y de ella creció un árbol con un sólo tronco y tres bifurcaciones de donde se extrajo posteriormente la madera con la que se elaboró la Cruz», explica a Efe el padre Claudius, superior del monasterio, al señalar unos frescos junto a la cripta.

La tradición también dice que esa madera fue rechazada por el rey Salomón para la construcción del Templo judío de Jerusalén.

El peregrino puede hacerse una idea de todas estas leyendas gracias a las pinturas, algunas de 300 y 400 años de antigüedad, en las que aparecen representados la vida de Cristo, figuras del Antiguo Testamento y arcaicos santos cristianos.

Los motivos que hacen referencia a la cruz son constantes y como explica el abad «se trata del símbolo más importante de los seguidores de Jesús, el sello distintivo para todo cristiano, no importa que sea ortodoxo, de la Iglesia de Roma o protestante».

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