sábado, mayo 18, 2024
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Syriza y la Troika, condenados a entenderse

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Syriza, la Troika, desde la distancia Berlín y con telón de fondo el euro. Comienza el gran baile de primavera en Europa. La victoria Alexis Tsipras, a tan sólo dos escaños de la mayoría absoluta, da libertad total a su gobierno de adoptar las medidas que crea oportunas. “Fin de la austeridad” proclamaron algunos, “muerte del memorándum con la Troika” gritaron otros. El mismo Tsipras subrayó que él no suscribe ni asume lo firmado por sus antecesores.

En toda negociación debe de existir una amenaza inicial. El primer paso lo ha nuevo ministro de Finanzas Yanis Varufakis ha advertido al resto de países de Europa que ni él ni ninguno de su partido negociará con el organismo formado por el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea (CE). «No tenemos ningún plan de cooperar con la misión de la troika», declaró Varufakis en la rueda de prensa conjunta con el líder del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem

El primer punto importante será como Grecia consigue la financiación que necesita para afrontar sus pagos. Ese es el primer punto que une a ambos: la ampliación del último tramo del rescate griego más allá del 28 de febrero. Sin acuerdo, Grecia no recibiría cerca de 1.800 millones de euros que necesita. A pesar, de que Varufakis ha dicho que no van a pedir el próximo tramo de rescate la negociación está en el aire. Dijsselbloem ha advertido al respecto que “el programa de rescate se extiende hasta finales de febrero” ha avisado. Además, ha añadido que “Ya decidiremos qué se hará”.

Además, necesita una tercera inyección de aproximadamente 10.000 millones hasta finales de agosto. El tercer rescate sería condicional a que Grecia cumpliese sus objetivos. Si no hay acuerdo, Syriza tendría un grave problema porque no podría hacer frente a sus compromisos: nóminas de funcionarios, pensiones, sanidad o educación. Ya que, en la actualidad lo paga gracias a que emite cerca de 15.000 millones de euros de deuda que se lo compra entre el BCE, los bancos griegos.

Se especula con la posible ayuda de Rusia, aunque es improbable dado que su economía está acusando la bajada de precios del petróleo. Standars & Poor ha degradado la deuda rusa al nivel de bono basura. La única vía alternativa si se queda sin financiación, es salirse del euro e imprimir de nuevo dracmas. Asumiendo las tensiones inflacionistas que generaría y la depreciación de su moneda multiplicaría su deuda.

Reestructuración de la deuda

Las posturas hasta ahora son claras. Syriza ha ascendido al poder con una propuesta de reestructuración y quita. Mientras, su mayor acreedor que es la Troika, con un 80% de ella, también ha dejado clara su postura. Benoit Coeure, miembro del consejo de Gobierno del BCE afirmó al diario alemán Handelsblatt que “no le corresponde al BCE decidir si Grecia necesita alivio de la deuda. Sin embargo, está absolutamente claro que no podemos estar de acuerdo con un alivio de la misma, que incluye los bonos griegos que se encuentran en el BCE”. Los distintos países acreedores también se han mostrado en contra de la quita, el último en hacer hincapié fue Luis de Guindos.

Bruselas establece tres condiciones innegociables para reducir la carga de deuda. La primera es que exista superávit fiscal primario, que según los organismos griegos ya existe. Dicho superávit significa que Grecia podría pagar todos sus compromisos excluyendo los intereses. La segunda parte, es que la quita sea necesaria. A pesar del alto volumen de deuda, un 177% del PIB, algunos economistas piensan que su pago si puede ser sostenible gracias a que los plazos son cómodos y algunos con vencimiento hasta 2040. Otros sin embargo, consideran que el pago lastra a la economía griega y que por ello se debería llevar a cabo una quita. En último lugar (las más difícil de cumplir), que se cumplan todas las condiciones del Memorándum de Entendimiento. El mismo, que Syriza proclamaba muerto cuando accedieron al poder.

Difícil acuerdo

Acercar posturas entre ambas partes parece ser la solución para que las negociaciones lleguen a buen puerto. Pero tiene varias complicaciones. Por un lado, si Syriza se ve forzada a aceptar condiciones sin quita el cambio que con tanta euforia se ha celebrado en Grecia, y en el resto de Europa, se quedaría en nada. El partido de Tsipras incumpliría su programa y la gran baza de la izquierda europea, al igual que ocurrió con Renzi o Hollande, se convertirá en una decepción más. Además, un 30% de Syriza corresponde a la Plataforma Izquierda (PI), la parte más radical del partido y contrarios al euro. Si Tsipras no consigue lo que propone está parte del partido podría volver ingobernable al partido. También se debe recordar que Syriza ha pactado con la derecha nacionalista, contraria a la Troika.

La Troika por su parte, no sólo se jugaría la reestructuración de la deuda griega sino un posible efecto contagio. Si Syriza demuestra que es posible llevar a cabo una quita de la deuda, el efecto podría extenderse a otros países como España o Portugal. El posible impago de España sería un problema de mucha más magnitud que el de Grecia por las dimensiones de la economía española. Por tanto, la Troika negociará bajo la atenta mirada de toda Europa.

Además, por si fuera poco todo lo anterior, una reducción de la carga de la deuda griega debería ser aprobada por los parlamentos de Alemania, Holanda y Finlandia. Todos ellos, nunca han puesto las cosas fáciles a los países acreedores.

El acuerdo sólo podría llegar de una manera. Si Tsipras pudiera vender un pacto alegando que salirse del euro hubiera sido demasiado caro. Mientras, el Eurogrupo podría vender que dejar a Grecia a su suerte hubiera sido peor que el nuevo pacto.

Las bazas de Grecia

El gobierno heleno ahora tiene algunas ventajas con las que no contaban sus predecesores. Quizás la más importante es que los sucesivos recortes que ha padecido su economía le han permitido superar el déficit primario. Además, existe cierto consenso sobre que el pago del total de deuda excede la capacidad de la economía griega, aunque esa parte será muy discutida. Ahora que Grecia más o menos cumpliría ambas condiciones le es más fácil negociar.

Toda negociación comienza con unas amenazas, que deben ser creíbles para que los acreedores realmente teman que se pueden quedar sin nada. Esa parte ya ha comenzado, con las declaraciones de Varufakis, incluso si es necesario proclamar una suspensión de pagos. Pero siempre con la vista puesta en llegar a un acuerdo y asumir riesgos. A Argentina por ejemplo le confiscaron sus bienes en el extranjero, incluso cuando volaba a otros países lo hacía en aviones de alquiler para que no se les embargaran.

Del ejemplo de Argentina también se sustrae que a los organismos internacionales siempre se les debe pagar. Argentina ha devuelto todos los préstamos del FMI, la razón es sencilla, ante la falta de financiación y con el mercado privado cerrado, son esos organismos la única alternativa. El gran problema de Grecia es que esos organismos les podrían cerrar también la financiación, ya que son sus grandes acreedores y a los que no quiere pagar. Incluso en otras ocasiones como distintos países sudamericanos consiguieron financiación de países como China, gracias a sus reservas de petróleo, cosa que Grecia no posee.

En definitiva, la situación griega es complicada y las negociaciones pueden ser largas. Aunque el problema estriba más allá de todo esto, ya que, Grecia ya recibió una quita de su deuda hace apenas tres años. En aquel entonces, la quita fue de un 78,5% del valor nominal de los bonos en manos privadas. Grecia se ahorró más de 100.000 millones. Sucedió en 2012, ahora apenas tres años más tarde la situación no ha mejorado, por eso es improbable que una quita sea la solución al problema griego. Y por eso desde Bruselas se le exige un cambio a la política griega.

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