sábado, mayo 18, 2024
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La literatura también es un filón para la TV

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Aunque el cine todavía se lleva la palma a la hora de subir las ventas de un libro, lo cierto es que con el paso del tiempo la televisión ha ido ganando puntos en esa batalla. Ya ni siquiera tiene gracia para algunos la frase de todo un genio del humor como Groucho Marx, cuando pronunció aquello de «encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende me retiro a otra habitación y leo un libro». 

El éxito de «El tiempo entre costuras», la obra de María Dueñas, ha confirmado que si una novela es buena cualquier medio es idóneo para sacarla a la luz, para invitar a más gente a leerla. Que se lo digan si no a Robert Graves, que vio cómo de la noche a la mañana las ventas de dos de sus obras, «Yo, Claudio» y, en menor medida, «Claudio, el dios, y su esposa Mesalina», de las que se adaptó la serie que llevaba el mismo título de la primera, subieron como la espuma desde que aparecieron en este medio.

Desde aquella época de los setenta en la que durante 13 capítulos sufrimos con los tics de Claudio, mucho ha llovido en la «pequeña pantalla» pero cada vez más gente ha optado por apostar por novelas que dieran vida a series, miniseries o las llamadas «películas para la TV».  La gente que había leído las mismas no faltó a su cita frente al televisor, y los que no las conocían intentaron descubrirlas después de su emisión.

Eso fue lo que ocurrió con algunas de las creaciones de Michael Crichton, escritor de «best-sellers» que también tuvo su lanzamiento particular en TV gracias a la miniserie «La amenaza de Andrómeda», o incluso una década antes de las de Elena Fortún, que vio entonces como triunfaba su «Celia», uno de los personajes favoritos de las niñas españolas de los 40, 50 y 60. 

La escritora, que había fallecido en 1952, pudo ver desde el más allá cómo su pequeña se hacía aún más famosa en 1993, cuando siete millones de espectadores (dos más, por ejemplo, que el primer episodio de «El tiempo entre costuras») contemplaban algo histórico, ya que era la primera vez que compañías televisivas europeas extranjeras como la italiana RAI, la francesa Antenne 2 y la alemana ZDF aceptaban un proyecto propuesto por TVE.

Escritores de todo tipo

Incluso el cine y la TV han ido de la mano a la hora de adaptar textos para sus respectivos fines. Sobre todo a través de escritores de otros siglos. Así, lo mismo echaban mano  de  obras de Shakespeare (en la pequeña pantalla servían principalmente para obras teatrales), que de Emily Bronte, que vio cómo se hacían distintas versiones para ambos de libros como «Jane Eyre» o «Cumbres borrascosas».

Como precisa la directora de ficcion de Antena 3, Sonia Martínez, «en este terreno hay que saber valorar el poder de los libros», y para eso pone como ejemplo el de «El tiempo entre costuras», «es un fenómeno editorial y eso se nota luego». Según ella, «aunque siempre tienes miedo al fracaso, cuando tienes una buena historia entre manos ese miedo es mucho menor».

Esa búsqueda de buenas historias hizo que cada vez que se hablaba de «falta de ideas» de los guionistas de Hollwyood se diera paso tanto en el cine a adaptaciones de escritores ya fallecidos como Charles Dickens («Oliver Twist»), JRR Tolkien («El señor de los anillos», «El Hobbit»), su amigo Clive Staples Lewis («Las crónicas de Narnia») o Mario Puzo («El Padrino») como de otros a los que hacían «revivir», sacándoles del anonimato, como J. K. Rowling («Harry Potter»), Stepnanie Meyer («Crepúsculo»), Suzanne Collins («Los juegos del hambre»), Dan Brown («El código Da Vinci»), Thomas Harris («El silencio de los corderos») o el mismísimo John Grisham («La tapadera», «El informe pelícano»).

Mientras, la TV iba quedándose sobre todo con los contemporáneos, y lo mismo tiraba de jóvenes talentos como Stieg Larsson, adaptando su trilogia «Millennium» del mismo modo que había hecho para el cine, como de alguno más madurito como Henning Mankell (su inspector de policía Kurt Wallander, protagonista de buena parte de su obra dio vida a nueve «tv movies» y 26 capítulos de una serie),  Ken Follet («Los pilares de la tierra» y «Un mundo sin fin» sirvieron para sendas series de ocho capítulos) o Stephen King (triunfa ahora con «La cúpula» tanto como en los 70 en el cine con «El resplandor» o «Carrie»).

En esa anterior categoría también habría que incluir de mayor a menor a Charlaine Harris, la novelista estadounidense que se ha hecho de oro con «True Blood»,  a Lisa James Smith, otra que ha sacado rentabilidad al mundo de la literatura de suspense para jóvenes con sus «Crónicas vampíricas», e incluso a Jeff Lindsay, que se ha aprovechado de la buena acogida de «Dexter». Para adolescentes que no quieren tantos sobresaltos es la obra de Cecily von Ziegesar «Gossip Girl».

En la categoría de «bombazos literarios» habría que situar a otro veterano como George R.R. Martin, el creador de «Juego de tronos», novela de fantasía que ha conseguido enganchar tanto a jóvenes como a todos aquellos que ya han dejado de serlo. Lo mismo serviría para Robert Kirkman y Tony Moore, escritor y dibutante del cómic «The Walking Dead», que ha supuesto un antes y un después en el mundo de los zombis. Eso mismo podría lograr en el de las historias de amor la mismísima María Dueñas con los capítulos que quedan por venir de «El tiempo entre costuras».

De momento, esa confianza en la literatura que tiene Antena 3, favorecida además por sus vínculos con Planeta, han animado ya a la cadena para embarcarse en una coproducción, a nivel europeo, para adaptar a la televisión «La catedral del mar», la novela histórica de Ildefonso Falcones. Seguro que no será la última relación entre ambos gremios.

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