miércoles, mayo 8, 2024
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Muerte de un viajante

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El Teatro Español se viste de gala con esta obra de teatro, un clásico contemporáneo. Y funciona como tal en la crónica del desencanto. Ya no hay sueños dice la función y eso sirve para ahora mismo con la que está cayendo.

supuso el premio Pulitzer para el autor y su consagración. La obra, estrenada en Nueva York en 1949, la dirigió Elia Kazan. Y es una obra de referencia del siglo XX como reflejo de una sociedad que no quiso aceptar que uno no pueda progresar.

Su autor, Arthur Miller (1915-2005), logró un buen retrato general con la descripción de una familia. Esa esencia del teatro de calidad, de lo conocido a lo desconocido, de lo fácil a lo difícil, ya lo había evidenciado con su tesis desarrollada en escena, en un escenario. Igual que en Todos eran mis hijos (1947), que siguió con la Muerte… y afianzó con Las brujas de Salem (1953) y Panorama desde el puente (1955).

En España se han hecho excelentes versiones. A mí siempre me gustó la que hizo José Sacristán. Siempre ha sido interpretada entre nosotros por grandes nombres de la escena. La primera fue en 1952 con Francisco Rabal.

Pero se quiebra en este momento es supuesta tradición con Jordi Boixaderas que hace de Willy Loman. Y triunfa. Está potente, lleno de matices, de capacidad para la sutileza, la amargura y la esperanza que sus sueños, los que no pudo cumplir, lo desarrollen sus hijos en los que tiene depositadas sus esperanzas. Ellos tampoco llegan.

Hace bueno el hecho que no importa el nombre del actor, si es bueno sale adelante en los grandes papeles, en los grandes roles, y este lo es. Además está bien envuelto por el resto del elenco.

Todos responden a sus roles. Especialmente sus hijos de la ficción Pablo Derqui y Oriol Vila, destacando sobre manera este último. Con ellos da vida a un hombre que lucha, lucha contra lo que se le pone delante de la vida, no triunfa y en consecuencia fracasa, se queda sin sueños. Creíble, sensible, lleno de registros, al servicio del texto, de la función, potenciando las situaciones que se van dando. Magnífico.

Esta Muerte de un viajante la dirige Mario Gas. Se ha empeñado en distanciar el texto y a los actores del público colocando una larga carretera que sale hasta la fila tres de la platea del Teatro Español. No le importa el interior, si el exterior, la forma. Y además quiere que lo conceptual prime sobre lo que es concreto. Y por eso lo hace frío a pesar de lo cálido que fue, es, el texto.

Este texto que está bien traducido por Eduardo Mendoza. Gracias a el se ‘ve’, además de oírse a Willy Loman. Lo que le pasa en el corazón a las personas que tuvieron sueños y estos se quebraron está en escena. Nunca pudieron realizarse. Por eso está solo, desencantado. Eran muchos, los tenía para el, para su mujer, para su vida en común, para sus hijos, y no tuvo fuerzas, ni ganas, para llevarlos a cabo. Algo se le quebró dentro, la esperanza. Y nosotros disfrutamos con esa definición suprema del desencanto.

Muerte de un viajante.

De Arthur Miller

Traducción de Eduardo Mendoza.

Director. Mario Gas

Intérpretes: Jordi Boixaderas, Frank Capdet, María Cirici, Pablo Derqui, Oriol Vila, Víctor Valverde,…

Teatro Español de Madrid. Hasta el 2 de Agosto.

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