lunes, mayo 20, 2024
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Almunia va a lo suyo

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El comisario europeo de Economía, Joaquín Almunia, también se apunta al optimismo oficial de Zapatero y su Gobierno y ve, como la vicepresidenta Elena Salgado, brotes verdes o señales para el optimismo en la economía española. Unas palabras las de Almunia en Madrid que parecen mucho más relacionadas con su futuro personal en el seno de la Comisión Europea que con la realidad económica española. La estrategia del comisario parece bien sencilla: Zapatero apoya a Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea -en contra de lo que piensan otros dirigentes socialistas europeos como el propio Felipe González o Mario Soares- y, a cambio del apoyo de España, Durao Barroso promete mantener a Almunia al frente de la cartera de Economía de la Comisión.

Así, hemos visto a Almunia cambiar su discurso crítico y vigilante sobre la crisis española y empezar a contemplar un cierto optimismo. Ha dicho que España ya no está en caída libre, aunque reconoce que habrá meses muy malos para el paro y más recesión o caída del PIB, amén de los precios, como se aprecia en los últimos datos sobre el consumo. Y amén, también, de la crisis de las entidades financieras españolas, que continúa gestionándose en secreto y sobre la que la propia Comisión Europea ha pedido informes al Gobierno de Zapatero, y más concretamente sobre su plan de rescate, que recientemente ha aprobado el Ejecutivo con un fondo que puede ir de los 9.000 millones de euros a los 90.000.

Seguimos, pues, en el discurso del optimismo oficial, esta vez con la clara complicidad de un Almunia que no dice la verdad o toda la verdad por la cuenta que le trae a él y su amigo Durao Barroso. Un político, el portugués, sin carisma ni liderazgo, y muy estrechamente ligado a los tiempos de George Bush, a quien recibió como anfitrión en la cumbre de las Azores donde arrancó la guerra de Iraq. Un Durao Barroso que además cuenta con un serio rechazo en las filas de la izquierda y del sector liberal y parte de los conservadores del Parlamento Europeo. Y sobre todo un político que muchos analistas creen inapropiado para hacer frente a la crisis política, institucional y económica de la Unión Europea.

Sin embargo y, a pesar de todo ello, la derecha europea, en esto liderada por Sarkozy, parece decantarse por Durao Barroso, al igual que otros líderes socialistas como los de España y Portugal, estos dos países ibéricos por sus respectivos intereses: el primer ministro portugués, Sócrates, porque a fin de cuentas es un compatriota suyo; y Zapatero porque puede hablar con él en español y mantener a Almunia en el cargo. Y así Portugal y España se harán con la presidencia y la cartera de Economía de la Unión, si es que el resto de naciones no imponen en la Comisión un nuevo reparto de carteras.

En todo caso, en este país seguimos con los discursos bonitos y sociales pero sin que nadie tome medidas de choque, salvo los anuncios de ayudas sociales, y un diseño de salón para un nuevo sistema de crecimiento que nadie sabe cuántos años tardará en llegar, mientras se sigue hundiendo el sector inmobiliario y empieza a caer en picado el de los servicios, como se aprecia en la disminución del turismo. Y todo ello mientras se temen otras nuevas sacudidas de cierre de empresas por falta de liquidez, la que niegan los bancos a pequeños y medianos empresarios, víctimas estas entidades financieras, a su vez, de su crisis, que avanza en secreto con la complicidad del Gobierno y de la oposición.

Para colmo del problema, el déficit público no para de crecer, y el Gobierno se ha embarcado en una escalada de impuestos sin control para tapar sus propios agujeros, mientras sigue subiendo el gasto del Estado, ahora con el nuevo sistema de financiación autonómica con el que Zapatero piensa que va a solucionar parte de sus problemas de estabilidad parlamentaria. Lo que, sumado todo ello, como se sumarán nuevas avalanchas de paro que anuncia el propio Almunia, nos presenta a los españoles un horizonte que no es para elogiar ni para hablar de optimismo, porque luego las realidad desmiente el espejismo oficial y la confianza no sólo no se recupera sino que retrocede y nos puede llevar a zonas de desánimo o depresión económica y social.

Pablo Sebastián

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