martes, mayo 14, 2024
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Proyectarse al futuro

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Siempre se dice que unas elecciones son sobre todo una batalla por el futuro, de ahí que el candidato y el partido político que mejor conecte con las aspiraciones y expectativas de futuro de la sociedad tenga parte del recorrido ganado para imponerse a sus adversarios. A fin de cuentas, cuando uno invierte su capital –y no hay mayor capital político que la confianza depositada en un voto– a lo que aspira es a obtener el mejor retorno de futuro.

Algunas fuerzas políticas lo tenían más fácil para dibujar un posible futuro el pasado mes de diciembre al presentarse por primera vez ante el electorado nacional: no había –o, al menos, no se conocía– pasado alguno en su mochila. El futuro se proyectaba sobre el vacío.

No será el caso el próximo 26-J: a diferencia de entonces, todos los contendientes se han ido retratando a lo largo de estos más de cinco meses de discusiones estériles para dar un gobierno al país pero no para la gobernabilidad futura de la nación. Al menos, todos conocemos ahora la disposición real a dialogar y a trabajar por superar las diferencias de unos y otros.

De Rajoy no cabía esperar nada: nunca ha sido de moverse mucho

Sí, la nueva convocatoria electoral es un fracaso colectivo, pero no todos han tenido el mismo grado de (ir)responsabilidad en él. Probablemente de Mariano Rajoy no cabía esperar nada: nunca ha sido de moverse mucho. Pero quizás de Pablo Iglesias muchos esperaban algo: al menos en eso se basaba su promesa. Sin embargo, se han revelado como dos caras de la misma moneda.

Por un lado, el personalismo. Ambos han planteado la discusión desde un único postulado: o yo o el caos. Siendo un problema para todos los demás, Mariano Rajoy nunca se ha planteado ningún escenario que no pasara por mantenerse al frente del gobierno o, llegado el caso, de la candidatura popular. Mientras tanto, Pablo Iglesias ha dejado claro desde el principio que la P de Podemos no simboliza otra cosa que la inicial de su nombre y que no hay más círculo que el que empieza y termina en sí mismo. Para ambos, mejor un país sin gobierno que ellos sin presidirlo.

Por otro, el autoritarismo. Ambos han sofocado cualquier atisbo de crítica interna de la manera que les es propia. Rajoy, haciendo oídos sordos y dejando pudrirse en el cajón del olvido las críticas a su inacción, todo ello acompañado de oportunas casualidades como que, por ejemplo, se hayan conocido los problemas con el fisco de críticos como Aznar. Iglesias, fiel a la tradición comunista de la que procede, purgando directamente a los miembros desafectos de su partido tanto a nivel nacional como en diferentes comunidades autónomas. Para ambos, mejor un partido descabezado que ellos sin controlarlo.

Qué futuro ofrece a España un partido como Podemos

Todo lo cual ha dado como resultado el bloqueo permanente a cualquier opción de cambio. Resultando que Rajoy ha encontrado el oxígeno que le negaron las urnas en un Pablo Iglesias obsesionado con asfixiar al único partido capaz de ofrecer un cambio de proyecto y de gobierno a España: el Partido Socialista. Podemos dando respiración asistida al Partido Popular, menudo balance de legislatura para Pablo Iglesias.

Es coherente que Rajoy y el Partido Popular hayan tratado de bloquear al país y volver a conducirlo a las urnas, a fin de cuentas no hay proyecto de cambio que no pase por reconstruir lo que han destruido con tanta sistematicidad y empeño en estos años en Moncloa. Cuestión de supervivencia personal y política.

La cuestión es qué futuro ofrece a España un partido como Podemos, que ha impedido dar respuesta a problemas acuciantes, frenar el crecimiento de la desigualdad y reforzar los pilares del Estado del Bienestar al boquear medidas concretas como las que les han propuesto para posibilitar un nuevo gobierno: la adopción de un Plan de emergencia social, la implantación de un ingreso mínimo vital, la aprobación de un impuesto a los grandes patrimonios, la derogación de la capacidad del empresario para modificar unilateralmente las condiciones de empleo, la recuperación del carácter universal de la sanidad o la paralización de la denostada ley Wert.

Desde luego, lo sucedido en estos meses demuestra dos cosas: la primera, que existe una mayoría social de cambio y de progreso en España. La segunda, que una vez más queda claro que el cambio sólo estará garantizado en la medida en que el PSOE gane las elecciones. Por tanto, el Partido Socialista no puede renunciar a su vocación mayoritaria, debe salir a ganar las elecciones y a atraer a esa mayoría social para que el cambio de progreso y de futuro sea una realidad en España.

 

José Blanco

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