viernes, abril 26, 2024
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Aquellos maravillosos años

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Hace algunos años, jugábamos en la calle a la salida del colegio, con un trozo de pan y chocolate a modo de merienda, mientras las luces del día agonizaban lentamente fundiéndose por las fachadas de los edificios, a la vez que las madres gritaban tu nombre por la ventana llamándote para la cena.

Hace algunos años, los viernes por la noche, toda la familia se reunía en torno a la tosca televisión para visionar Estudio Uno en la primera de las dos únicas cadenas televisivas existentes, y aunque no las entendía muy bien debido a la corta edad, se te quedaban en la retina y en la memoria obras como Doce hombres sin piedad o  Seis personajes en busca de autor.

Hace algunos años, si se te ocurría tirar o no comerte el bocadillo que con tanto amor tu madre te preparaba, esta te daba un pescozón afirmando que se trataba de un pecado porque no se podía renegar de la comida, con tantos millones de personas pasando hambre.

Hace algunos años, te mandaban a comprar yogures en vaso de cristal que había que devolver, a la tienda de toda la vida del señor Agapito, que por supuesto no tenía nada de todo a cien y cualquier coincidencia con un chino era pura quimera.

Hace algunos años, cuando viajabas en el metro, saludabas a la taquillera que expendía el billete y ya sabias si se había levantado de mala hostia o quizás estaba más feliz que el día anterior.

Hace algunos años, cuando ya estabas en el vagón de metro, te fijabas en la gente, observabas su comportamiento y cedías el asiento a los mayores y embarazadas.

Hace algunos años, cuando empezabas a quedar con alguna chica en la boca de metro de Sol salida a la Mallorquina, y pasaba media hora, eras consciente del plantón, ya que no había manera de localizarla y te metías en el cine tú solito a siete pesetas la sesión continua.

Hace algunos años, si al final lograbas ligar en una discoteca, tras sacar a bailar a la damisela y hablar con ella durante horas para convencerla, utilizando para ello toda la retórica, improvisación y astucia posible, intentabas tocarle una teta, te llevabas un bofetón que se te quedaba la cara de pánfilo, meditando sobre que fallos había cometido.

Hace algunos años, te llamaban para hacer el servicio militar obligatorio y para la gran mayoría era un rito de iniciación

Hace algunos años, te llamaban para hacer el servicio militar obligatorio y para la gran mayoría era un rito de iniciación: te ibas siendo un niño y volvías pudiendo fumar delante de tu padre.

Hace algunos años, en el trabajo solo existían máquinas de escribir, por lo que debías tener cuidado en escribir sin faltas de ortografía y sabiendo lo que querías decir.

Pasados algunos años, los niños no salen a la calle y juegan en su casa con el ordenador o la consola de los videojuegos. Si les explicas que tú te entretenías con un balón o jugando al futbol con equipos de chapas, te miran como si fueras extraterrestre.

Pasados algunos años, la familia no se reúne frente al televisor, ya que en cada casa hay dos o tres y cada uno ve lo que le viene en gana.

Pasados algunos años, si los niños no quieren comerse la comida o la cena, se les hace otro plato, no sea que se disgusten.

Pasados algunos años, se manda a los chavales a comprar al chino de la esquina, que ni siquiera te mira cuando le estas pagando y apenas chapurrea el español.

Pasados algunos años, compras el billete de metro en una maquina monstruosa, que no te dice “buenos días”.

Pasados algunos años, nadie cede el asiento en el vagón de metro y todo el mundo va mirando su celular o escuchando música con unos diminutos auriculares puestos en las orejas.

Pasados algunos años, cuando quedas con una chica, te estas comunicando con ella constantemente por wasap para ver por donde va y si le falta mucho por llegar.

Pasados algunos años, si logras ligar en una discoteca o por internet -que ya no hace falta verte la cara-, sin necesidad de cruzar más de cuatro palabras, te llevas a la chica a la habitación y te la tiras mientras mira su Facebook.

Pasados algunos años, no existe la mili y por tanto no hay rito de paso de la adolescencia a la madurez, por lo que los muchachos son niños hasta los cuarenta años.

Pasados algunos años, en el trabajo todo se hace con ordenadores, vía on-line, y la comunicación con tus compañeros y compañeras apenas existe, sin hablar de saber escribir o redactar que para eso está el Word o el Excel.

Sera que me estoy haciendo mayor, pero echo de menos aquellos maravillosos años que algunos dicen fueron en blanco y negro, que yo viví correteando por las calles del barrio, aprendiendo a ser un hombre de verdad y sobre todo a respetar a los mayores, a las mujeres, el trabajo -nunca fui buen estudiante-, la honradez y el sacrificio.

¡Dios mío, que mal lo llevo!

José Romero

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