viernes, abril 26, 2024
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Sistema electoral y corrupción

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Vivimos un escándalo permanente que ya resulta, además de indigno, extravagante. Unos doscientos sesenta imputados del PSOE de sus ERES, Mercasevilla, cursos de formación, cerca de doscientos populares del caso Gürtel, del caso Púnica, del caso Bárcenas, decenas de los nacionalistas, menor número de imputados aunque el monto de sus presuntos latrocinios produce máxima estupefacción, Podemos y sus plurales e inquietantes financiaciones extranjeras que dan miedo porque, además de ilegalidad, podrían significar cosas peores.

Cuando se busca la genealogía de los casos casi siempre aparece la financiación del propio partido. Ese es el origen remoto, luego viene lo demás. El que empieza 'sirviendo' a su partido en las alcantarillas de la financiación acaba aprovechándose un poco, luego un poco más y al final se lo debe quedar casi todo. Todo el mundo ve en los partidos, a poca vida partidaria que haga, que gentes sencillas e incluso algo menesterosas empiezan a cambiar de vida a mejor, a mucho mejor o a muchísimo mejor sin explicación creíble. Algunos heredan repetidas veces, cosa sospechosa dada su corta familia conocida y los limitados recursos de la misma, otros explican que su mujer tiene un puesto de enorme responsabilidad en un banco que les reporta suculentos ingresos y, si preguntas o te informas, te enteras de que la buena chica tiene un puesto medio con un sueldo medio que no puede explicar lo inexplicable, alguien dice que le toca la lotería y te preguntas si le toca todos los años, los menos son sagaces inversores incluso en épocas de vacas muy flacas. Les empiezas a ver con relojes carísimos. No uno, sino varios. Cambian de casa, no a una un poco mejor, sino a una zona distinta y mucho más cara donde compran otra mucho más grande, les aparece una segunda residencia en ocasiones en forma de finca de caza, y como no les basta se van de caza también al extranjero, incluso a otro continente. El turismo de lujo a destinos remotísimos y abstrusos les vienen a resultar tan habituales que hacen alguno todos los bimestres, comienzan a frecuentar espléndidos restaurantes donde piden rotundas exquisiteces de las que te informan. Creen estar en la cúspide social y no se dan cuenta de que solo se han convertido en unos horteras nuevos ricos. Y claros sospechosos de corrupción.

Todo ello trae causa de la inmensa cantidad de dinero que se necesita mover en los partidos, eso crea en paralelo este tipo de personajes, lo que por desgracia viene impuesto por un sistema electoral provincial y proporcional.

En la transición se decidió que teníamos que tener partidos fuertes, ya que en el anterior intento de democracia una de las razones que la había hecho fracasar fue la debilidad de los partidos. El sistema proporcional provincial dirigía al sistema a partidos grandes, muy compactos, muy rígidos donde los representantes de los ciudadanos mandasen menos y las estructuras de los partidos lo mandasen todo, entre otras cosas porque hacer campaña en una provincia es caro. Así los diputados le deben su escaño no a sus electores, sino a sus estructuras partidarias. Y las decisiones políticas se trasladan de las instituciones a las afueras que representan las sedes de los partidos. Del debate con luz y taquígrafos al no se sabe qué y no se sabe cómo.

Partidos necesitados de mucha financiación, maniobras extrañas,  corrupción… es un iter que hemos comprobado en demasiadas ocasiones desde el caso Filesa del PSOE.

A mí, y creo que a muchísima gente, me gustaría lo contrario: pequeñas circunscripciones donde el elector conozca e interpele al elegido, donde el elegido se sienta más obligado con sus electores porque claramente de ellos depende su continuidad. Se necesitarían campañas menos caras, más cercanas y al diputado le tendrían mucho más controlado sus electores. Se necesitarían menos organizaciones mastodónticas permanentes. Se necesitaría menos financiación.

Mientras Cifuentes ofrece reformas en este sentido, con adecuación a este momento, los comunistas de Podemos quieren todavía más proporcionalidad y circunscripciones más grandes o única. Una barbaridad que solo contribuye al alejamiento entre representantes y representados, a la necesidad de partidos con enormes estructuras permanentes y a mayores necesidades de financiación con los resultados conocidos de los que en poco tiempo no se libraran los nuevos partidos. O quizás ya lo tengan dentro, porque indicios no faltan.

Hay que favorecer la calidad de la representación en vez de obsesionarse con la proporcionalidad que solo generaría inestabilidad permanente por la aparición de partidúsculos para satisfacción de egos. Se lo pondríamos más fácil a la gente, si conoce a los que se presentan donde vota cada cual, el elector sabría a quien vota, le pondría cara que ahora no se la pone en la mayoría de ocasiones y valoraría las posibilidades lógicas del efecto  de su voto, su voto sería más racional y menos emocional. Y más sincero. Sí, al final un voto más pensado, menos ligado a las visceralidades tan humanas y tan destructivas, es más razonable y es más sincero.

Juan Soler

Senador de España

Juan Soler

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