miércoles, mayo 8, 2024
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Lo que la crisis no ha cambiado (ni cambiará)

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Hay hábitos eternos que no cambian con la llamada crisis. Son tercos, testarudos, contumaces, recalcitrantes, resistentes, pertinaces, irrompibles, inmutables. Son los que nos hacen ser lo que somos, la base de nuestra idiosincrasia. Nuestras inveteradas costumbres. No nos moverán.

Aquí van unos ejemplos:

Los horarios, comer a las tres y cenar a las once. La abundancia de bares, nuestra terapia de grupo (había 100.000 declarados antes de la crisis, ahora serán más). Los puentes. Las fiestas frecuentes y los puentes y acueductos, excesivos, como la Inmaculada y todos los Patronos locales. Las descargas ilegales de películas y libros, que defraudan a sus autores y editores. La avaricia de espacio y estrechez en los asientos de las líneas aéreas. El maltrato al Toro de la Vega en Tordesillas. El nacionalismo y el localismo. La arrogancia de los corruptos, que encima se ríen. El despilfarro de la Junta de Andalucía. La galbana de los Diputados. Los cochazos oficiales de ayuntamientos, regiones y Estado. Los sedicentes teléfonos de atención al cliente, desesperantes (y encima los graban). Los desayunos eternos de los funcionarios a media mañana que paralizan las oficinas. El número de burócratas, sobre todo en las Comunidades Autónomas, bajo el púdico velo de las contratas. El afán y propósito de tapiar y hormigonar todas nuestras costas con el impulso y bendición de todos los alcaldes, de todos los partidos y tendencias confundidos. La inaccesibilidad de los políticos para el ciudadano normal, desde los concejales a los ministros. El despilfarro de agua potable. La indiferencia de todos los políticos ante el cambio climático. Los negocios de los clubes de fútbol y los constructores. La deuda fiscal de estos mismos clubs. La exoneración fiscal al combustible de los aviones (subvención oculta). Los rescates bancarios, tanto los evidentes como los soterrados (el contribuyente los paga y los banqueros cobran sus pluses, bonos y beneficios, como si tal cosa). El tostón de la redacción de los programas de los partidos políticos. Los eslóganes de los mismos partidos, que parecen anuncios de aseguradoras o bancos. La enorme distancia entre las instituciones de la Unión Europea y los ciudadanos. Los estereotipos sobre países. Las cañas, las tapas y la Feria de Abril y el Rocío.

Los hábitos son imposibles de cambiar. No sé para qué nos cansamos en intentarlo. El lector puede añadir los cambios que él espera o desea, pero que jamás se producirán. Y puede hacer otra lista con los cambios que no quiere que se produzcan jamás para no perder las esencias patrias.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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