viernes, abril 26, 2024
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Tres actores y un ausente

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El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los EEUU ha tenido tres protagonistas, Barak Obama, Raúl Castro y el Papa Francisco, y la ausencia notable de España, peor aún si se considera la “complicidad” de Canadá, huésped de reuniones preparatorias secretas. Para Obama parecía un asunto americano. “Somos todos americanos” dijo rememorando al Presidente Monroe y su doctrina de 1823 (América para los americanos) que acotaba ese continente solo para los EEUU. Pero el mundo es ahora global. No parece que hubo en este asunto un interés por involucrarnos, ni del aliado norteamericano, ninguneado en la OTAN, ni de Cuba por haber antepuesto tanto Rajoy, como antes Aznar, la ideología al vínculo histórico en la relación con La Habana. Ni siquiera lo hicieron Franco o Fraga. Margallo lo comprobó al no ser recibido recientemente por Castro.

A pesar de haber perdido este noviembre el control del Capitolio en Washington, Obama está renaciendo de las cenizas a las que muchos le condenaron los próximos dos años. La legalización de buena parte de la inmigración ilegal, esencialmente hispana, fue reciente símbolo de ello. Su política internacional ha tenido éxitos, como esta aproximación a Cuba o la distensión con Irán, y dificultades que no siempre fueron culpa suya como la retirada militar de Irak, fastidiada por la incompetencia iraquí frente al Califato Islámico, o en la relación con Rusia, degradada al apartar Putin en 2012, cuando recuperó la Presidencia rusa, la mano tendida de Obama que su predecesor Medvedev aceptó en 2009 («reset button»). Finalizada la Guerra Fría en 1989, ya rechazó Moscú la alianza estratégica que se le brindó entonces, a pesar de que antes, en 1986, el luego derrocado Gorbachov y Reagan se entendieron. Quizás fue un error occidental ofrecer un gran puente a Rusia cuando bastaba una pasarela si fuese cierto que la Rusia eterna es, como dicen algunos, la heredera del Imperio bizantino divorciado tanto del Imperio Romano Occidental como, luego, del Sacro Imperio Romano Germánico. Tampoco prosperó bien la occidentalización de Rusia por Pedro el Grande en el siglo XVII. No quita que, ahora, hay que recomponer muchos platos rotos.

Raúl Castro ha hecho el mismo ejercicio de realismo político que Obama, lo que pone de relieve que conviene ser pragmático en aras a la convivencia y limitar la subordinación a la ideología para lograr acuerdos mutuamente beneficiosos. Conviene que los principios no se reconviertan en un árbol que impida ver el bosque. Obama ha reconocido que aislar a Cuba no llevaba a ningún lado y Raúl Castro sabe que su sistema político-económico tampoco. Otra cosa será el tiempo hasta una relación plena. Republicanos y viejos exiliados cubanos de Miami lo pondrán difícil. No así los exiliados jóvenes. Pero ya hay un resultado político importante y rápidamente veremos un impacto turístico beneficioso para la Perla del Caribe con un maná de dólares. Y, a la larga, el régimen cubano tendrá que liberalizarse.

Francisco ha demostrado como la Iglesia es capaz de tener un papel mediador en totalitarismos donde el catolicismo mantiene un arraigo resistencial y este ha sido el caso en Cuba. Sin duda sus actuaciones y admoniciones en el marco internacional le confieren un rol mundial. Pero estos éxitos innegables no deben distraerle de la necesaria reforma en profundidad de su Iglesia. La de Inglaterra acaba de ordenar a una obispa y en esa Iglesia las mujeres representan el 23% de sus clérigos. ¿Para cuándo la igualdad de género en la Iglesia romana? ¿Para cuándo el matrimonio de los sacerdotes como en el mundo protestante y en la Iglesia Ortodoxa?

Respecto a España se podrían hacer dos plegarias. Una al Papa pidiendo que nos libre de la jerarquía tan conservadora de la Iglesia española, aliada eterna del conservadurismo. Hace falta una Iglesia transparente y políticamente neutral aunque si fuese realmente de los pobres debiera asimismo invertir sus alianzas. Mal empezó Francisco haciendo Cardenal a un obispo homófobo español. Debe rectificar aunque positivo ha sido el enfado Vaticano con varias Diócesis españolas por su evidente laxismo con intolerables escándalos internos por abusos sexuales. Pero esto sólo es un inicio que evidencia, tanto en el marco general de la Iglesia como en el español, cuanto camino queda por recorrer.

La otra es al Gobierno: no basta con recurrir puntualmente a la política exterior socialista, siempre denostada por el PP, para ganar una elección al Consejo de Seguridad. Hace falta una Política Exterior de Estado pactada con la oposición y no dictada para su adhesión. Ello debiera reflejarse en las políticas y en sus instrumentos materiales y personales olvidando sectarismos tentadores desde el poder. Le daría fuerza, presencia  y protagonismo a nuestra política exterior, hoy en día moribunda.  

 

Carlos Miranda

Embajador de España 

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