Absorta como está por los efectos más dramáticos y directos de la crisis económica, la sociedad europea olvida el conjunto de problemas que afecta al mundo entero y que tienen que ver no sólo con asuntos económicos, sino con la sempiterna violencia que amenaza continuamente la estabilidad de nuestras sociedades. Nos despiertan, en cambio, la realidad de Boston o la aguda amenaza de Corea.
Las bombas de Boston nos dicen que la violencia terrorista es una amenaza latente y real
Es cierto que para los europeos siempre parece un asunto lateral – excepto cuando un país participa abiertamente en conflictos localizados como el de Mali- o cuando nos toca muy de cerca como el conflicto de los Balcanes. A veces, incluso, reaccionamos de formas opuestas como cuando la guerra de Irak.
Ahora, en cambio, la amenaza de guerra de Corea del Norte no es capaz de ser digerida en toda su dimensión e importancia por el común de los europeos, o de los españoles, para ser más precisos, pero desde luego ésta es real y no imaginaria, no es algo distante, más que en el espacio, pero en cambio es muy cercana en las posibles consecuencias que provoque la apertura de hostilidades entre los dos vecinos enfrentados desde los años de la más dura posguerra en los límites del paralelo 42.
Las bombas de Boston nos dicen, además, que la violencia terrorista por la motivación que sea, es una amenaza latente y real, capaz de teñir de sangre cualquier acontecimiento social o de destrozar cualquier episodio de la vida cotidiana de una ciudad o de un país.
Más allá de la crisis, la violencia y la guerra nos condenan a vivir siempre alerta para asegurar la supervivencia de nuestro modelo de sociedad. Las bombas de Boston nos recuerdan esta verdad, y la amenaza de Corea del Norte, en vez de ser una broma de mal gusto con la que hacer chistes en las redes sociales, es una seria advertencia sobre la debilidad de la paz.
Editorial Estrella