viernes, mayo 17, 2024
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La intervención de Jack Abramoff

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El superlobista caído en desgracia Jack Abramoff está en libertad pero sigue cumpliendo la sentencia. La tarde del lunes, interpretaba el equivalente Washingtoniano a fastidiarse la vida: compareció ante el grupo de activismo zurdo Public Citizen para responder a las preguntas de la prensa y los activistas de la reforma de la financiación electoral.

«Si alguien me hubiera dicho hace unos años que estaría sentado en esta sala, de este edificio, hablando con todos ustedes», decía Abramoff a los reunidos en la rotonda Dupont de Public Citizen, «y sin estar esposado ni nada parecido, probablemente no le habría creído».

Pero ahí estaba, mirando hacia una imagen del activista Ralph Nader — «mi carrera política entera es en un sentido u otro diametralmente opuesta a Ralph Nader» — y ofreciendo hacer lo que pudiera «para ayudar a aquellos a los que francamente despreciaba y a los que no podía soportar, incluyendo a los de este edificio».

El desprecio era mutuo — y perdura. El secretario del colectivo Public Citizen Robert Weissman, a cargo de presentar a Abramoff a los leones del circo, lo hizo de esta forma: «Jack es alguien que no necesita presentación y no le voy a poner una».

Pero el colectivo Naderista fue inteligente al invitar a Abramoff. Tiene el potencial de levantar la liebre del verdadero escándalo: gran parte de lo que hizo era, y sigue siendo, totalmente legal.

«Estuve profundamente implicado en un sistema de sobornos — soborno legal en su mayor parte; soborno ilegal, por desgracia para mí, en alguna medida», dijo el lunes. «Y ese sistema, que yo exploté, que también daba por sentado como muchos lo siguen dando por sentado, todavía existe prácticamente igual en la actualidad».

Abramoff ha escrito un libro, ha concedido cientos de entrevistas y se ha convertido en bloguero de la página anticorrupción Republic Report. Señalaque no obtiene ningún beneficio económico de esto (debe 44 millones de dólares en compensaciones). Con motivo de todas las apariciones públicas, se ha deshecho de su sombrero de fieltro negro en favor del proverbial sombrero blanco de reformista.

Eso no le excusa de sus elaborados esfuerzos por comprar a legisladores o becarios ni por los millones de dólares que esencialmente sustrajo a las tribus indias. Pero realiza una mejor defensa de la reforma de lo que nunca podrían lograr los activistas de izquierdas.

Considere su argumento a favor de limitar el número de legislaturas, por ejemplo. «Siendo lobista estuve en contra», decía. «Francamente, estaba en contra porque una vez que compras a un cargo público, no quieres tener que volver a comprar a ese cargo dentro de unos años». Y cuanto más tiempo permanecen los legisladores en la administración, afirmaba, más probable es que tengan un precio: «La mayoría de la gente empieza poco a poco — se van corrompiendo con el tiempo».

Considere, también, su argumento a favor de acabar con la puerta giratoria que separa al Estado de los grupos de presión. Abramoff describía su práctica del «acolchado» — realizar ofertas laborales a los jefes de gabinete del Congreso. «Yo empecé a darme cuenta de forma bastante rápida que en el momento en que les decía eso», explicaba, «se volvían increíblemente obedientes, que de ese momento en adelante, cualquier cosa
que les pidiera sería respetada absolutamente».

A medida que corrió la voz de las ofertas laborales, «parecía que el 90% de la gente con la que trataba quería venir a trabajar para mí». A menudo, «planeaban venirse conmigo en cuestión de un año o de seis, pero de todas formas, durante ese periodo de tiempo trabajaban para mí… Era una forma increíble de controlar una instancia legislativa».

Considere, también, la explicación de Abramoff de cómo se compran legisladores. «Lo que hay que hacer como lobista no es comprar votos», explicaba. «La presión política consiste en gran medida en hacerse amigos», recaudar dinero para ellos, y brindarles «un torrente de regalos que abre la puerta a la posibilidad de pedirles a cambio un torrente de regalos a cambio».

Sus críticas al parecer han tocado una fibra sensible entre los grupos de presión, porque la Asociación Americana de Grupos Políticos se ha puesto a intentar refutarlo. «Ni siquiera estoy seguro de lo que puede convertir en lobista a Abramoff», escribe Paul Miller, el presidente del grupo. «Yo le llamaría delincuentes».

Abramoff fue un delincuente. Pero gran parte de lo que perpetraba es típico. «Si creen que lo que digo es una exageración, que lo que está sucediendo en el Capitolio no tiene nada que ver con lo que estoy diciendo y que todo esto me lo invento — perfecto, qué más puedo decir», decía a la audiencia de Public Citizen. «Con suerte, la gente se dará cuenta de que estoy hablando de forma sincera y honesta».

Por fin Abramoff aparenta estar diciendo la verdad.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Dana Milbank

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