Los términos anglosajones nos acosan por todas partes. Es una lacra que tenemos en este país y que en estos días de negociación entre patronal y sindicatos, nos ha dejado una nueva palabreja, la de » mini -jobs», que en español sería algo así como mini-empleos.
Básicamente estos mini-empleos consisten en contratos de baja remuneración y con un máximo de trabajo de 15 horas semanales. La retribución mensual es de 400 Euros netos y gozan de cotizaciones sociales, desempleo, vacaciones e indemnización por despido. El trabajador no tiene que pagar impuestos, gracias a Dios. Bajo esta forma es como han venido trabajando en Alemania casi 7 millones de personas.
Estos mini -empleos nos están siendo profusamente recomendados desde Bruselas, en general, y desde Alemania, en particular, ejemplo de todo en estos últimos tiempos. Parece el gran invento alemán, aunque allí se denomine a quien tiene este tipo de contrato «el parado que trabaja».
Pero, en mi opinión, de invento alemán nada de nada. En España ya tenemos experiencia en estas lides, ahora bien, a la española. A la española consiste en una menor retribución, alrededor de 300€ mes, con horarios superiores a las 15 horas semanales por no decir las 40, y sin cotizaciones sociales. En España no se denominó a estos trabajos mini-empleos sino contratos de becario.
Ahora ya es la propia patronal la que pide la adopción de los mini-empleos como una solución al fuerte desempleo juvenil e incluso se oyen ya voces que dicen que es mejor algo que nada y que estos mini-empleos al menos son algo.
Creo todavía estar escuchando a Felipe González siendo Presidente del Gobierno y con motivo de la introducción de los contratos temporales que era mejor trabajar un tiempo, aunque fuese corto, que nada. Lo cierto es que tenía razón, pero también es cierto que muchos años después de su introducción y a pesar de las etapas de bonanza económica vividas en nuestro país, los contratos temporales no sólo han permanecido ahí sino que han aumentado sus modalidades y volumen de trabajadores.
Creo que el miedo que generan en general estos mini-empleos es doble. Por un lado, dan un paso más en la línea de la precarización del empleo, pudiendo llegar a situar en la línea de la pobreza a quien esté contratado bajo este régimen. Y por otro lado, si fuese cierto que van a ir dirigidos a tratar de mitigar el desempleo juvenil, seguiría sin solucionarse la relación que falta entre la formación profesional (la revolución pendiente) y la que podría ser una preparación práctica para la vida profesional, que a mi juicio es en el único lugar en que podrían tener cabida este tipo de contratos.
En cualquier caso, estos mini-empleos no creo que vayan a ser una solución a los problema de desempleo de nuestro país sino más bien un parche temporal que acabará siendo definitivo, como sucede siempre y si no, al tiempo.
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José Luis Martín Miralles