viernes, abril 26, 2024
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Estupidez legislativa

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Lo sucedido bajo la cúpula del Capitolio la tarde de este miércoles fue el abierto de las maniobras interesadas, y el congresista Republicano advenedizo de Nueva York Tom Reed fue el Novak Djokovic del encuentro.

Hace apenas seis semanas, Reed y otros 173 congresistas Republicanos votaron a favor de un acuerdo para elevar el techo de la deuda y evitar el descubierto. Reed dijo que era «un paso muy importante» en aquel momento. Pero el miércoles, Reed auspiciaba la «resolución de desautorización» en el pleno de la Cámara que, si prospera, dejará al país en descubierto — y 227 colegas Republicanos suyos se unieron para votar a favor de la misma. Evidentemente, estaban en contra del impago según les convenía.

«Comparezco aquí esta mañana», explicaba Reed (eran las dos y media de la tarde), «o esta tarde, y ofrezco esta resolución para enviar un mensaje al presidente, al mundo, a mis colegas del otro lado del hemiciclo, de que no podemos hacer la vista gorda».

Presumiblemente, el hecho mismo de que los Republicanos estuvieran celebrando este debate significaba que habían hecho la vista gorda antes. Catorce millones de estadounidenses están en el paro — y los congresistas Republicanos protagonizan un bis del enfrentamiento estival por el techo de la deuda que sacudió a los consumidores y ayudó a desacelerar la economía. Sumándose a la estupidez, el Senado ya ha rechazado este flirteo más reciente con el impago y, en cualquier caso, los congresistas Republicanos no tenían los votos suficientes para imponerse al veto presidencial.

¿Por qué pierden el tiempo entonces Reed y sus colegas imponiendo una votación sin sentido? A lo mejor para hacer la vista gorda en otra cuestión.

Está cada vez más claro que la política de la escaramuza con la excusa de la deuda pública a los Republicanos les funciona. A cualquiera que ponga en duda esto se le puede refutar en sólo tres letras: NY9. El martes, en unos comicios extraordinarios en el distrito noveno de Nueva York al Congreso, el escaño ocupado hace poco por el exhibicionista Anthony Weiner pasaba de forma abrumadora a un Republicano.

El miércoles, los Demócratas intentaban poner toda suerte de excusas a ese resultado. La secretario del Comité Demócrata Nacional Debbie Wasserman Schultz explicaba que el escaño «era vulnerable en lo que se puede describir mejor como circunstancias totalmente inusuales».

«Se encuentra entre los distritos más conservadores del municipio de Nueva York», afirmaba el Senador de izquierdas Chuck Schumer, que en tiempos ocupó el escaño.

«Había un montón de cuestiones locales en juego», aducía el congresista de Carolina del Norte Heath Shuler.

Pero la holgada derrota tiene que atribuirse por fuerza en parte a la lamentable tesitura económica con el Presidente Obama. Y, de igual forma, los Republicanos pueden considerar con razón la victoria en Nueva York como reivindicación de su estrategia de rechazo al estímulo económico en favor de la reducción de la deuda pública. Incluso si sus intereses legislativos en esto fueran prístinos, la triste verdad es que cuantos menos puestos de trabajo cree la economía, mejor les irá a los Republicanos el año que viene.

Como parte del compromiso del techo de la deuda de este verano, los Republicanos se habían adjudicado el derecho a programar las simbólicas mociones «de desautorización», las medidas legislativas que permiten a los legisladores afirmar públicamente que están en contra de elevar el techo de la deuda incluso si votan a favor de hacer justamente eso. Pero este ejercicio se volvió más cínico cuando los congresistas Republicanos decidieron proceder con los planes incluso después de que el Senado tumbara la maniobra. Vaya con esos estrados de la «Promesa a América» del Partido Republicano desde los que prometían «un ejecutivo más transparente en sus actuaciones» y «honestidad en sus negociaciones».

Plasmando la naturaleza segura del debate el miércoles, la Cámara estaba prácticamente vacía desde el principio con sólo cuatro legisladores en el pleno y un puñado de espectadores en el palco de invitados.

Los Demócratas se turnaban para ridiculizar el espectáculo. El congresista de Massachusetts Barney Frank reconocía el mérito de los Republicanos promocionando «la tradición del monólogo humorístico en América». Pero el congresista de Michigan Sander Levin, no viéndole el humor por ninguna parte, decía que la resolución «consiste realmente de indignación ciega».

Los Republicanos no parecían indignados, no obstante. De hecho parecían estar pasándolo bomba mientras reanimaban sus gritos de guerra de la batalla de la deuda de este verano. Cuando Levin señaló que la representación parlamentaria «destaca un vínculo directo» entre una confianza del consumidor en caída libre y la política del impago del verano, Reed sonrió de oreja a oreja. «Si vamos a hablar de empleo…», prometía.

A lo mejor la próxima vez. El miércoles fue la ocasión para que los Republicanos de la Cámara reanimaran los ganchos de su disputa por el techo de la deuda.

«¡Estamos cansados de lemas y lo que nos hace falta es acción!» anunciaba el congresista Republicano de Louisiana, que votó a favor del incremento del techo de la deuda antes de votar a favor de desautorizarlo.

«¡Ya basta!», decía el congresista Republicano de Florida Connie Mack. «¡Ya basta!» repitió poco después. «Y, como he dicho antes, ¡basta ya!» Mack se repetía por si acaso.

Ojalá él hubiera seguido su propio Consejo.

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Dana Milbank

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