viernes, abril 26, 2024
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José Bono, el inoportuno

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Con la que está cayendo, con las críticas que reciben los políticos, el descontento generalizado de la sociedad por el paro y con los indignados en la calle a unos metros del Congreso de los Diputados, llega Bono y hace una de las suyas.

Reducir de tres a dos las sesiones plenarias del Congreso.

No es la primera vez que lo intenta, pero en esta ocasión casi se sale con la suya ya que al proponer la medida apenas había veinte despistados diputados en el hemiciclo y, naturalmente, han asentido. Si estaban allí es que no tenían otra cosa mejor que hacer, al contrario que sus compañeros que ya habían huido del plenario.

Lo más gracioso, si es que cabe la gracia en esta torpeza, es el modo utilizado por Bono para introducir el tema ante las escasas Señorías que le acompañaban. Al parecer «diversos portavoces» le habían hecho llegar «la conveniencia de ensayar la posibilidad» de limitar las sesiones a dos días.

Pues ninguno de esos “diversos portavoces” se han dado por aludidos y todos le han negado hasta tres veces como Pedro a Cristo.

Es posible que desearan acudir un día menos a la Carrera de San Jerónimo pero, efectivamente, no parece lo más adecuado en estos momentos. De hecho uno de los argumentos más razonables que se han escuchado para abortar este empeño de Bono ha sido el de Gaspar Llamazares quien ha advertido de que los ciudadanos «no entenderían» esa reducción y que los diputados no sólo deben dar ejemplo con hechos, sino también «con formas».

Todavía está que Bono explique los verdaderos motivos que tiene para seguir con ese “raca-raca”. A lo mejor si lo hace los ciudadanos podrían entenderle.

Mientras no lo haga de un modo convincente, seguirá creciendo –probablemente de manera injusta- el descontento hacia nuestros políticos.
Y Bono, como tercera autoridad del Estado debería estar más atento a esas cuestiones aunque le puedan parecer “pequeñeces”.

Todo lo demás, son inoportunas ocurrencias a las que nos tiene acostumbrados el Presidente del Congreso. Y no están las cosas para bobadas.Ni siquiera para las «bonadas», como ya se conocen sus desvaríos

Editorial Estrella

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