jueves, abril 25, 2024
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La oportunidad de Obama en Oriente Medio

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Una joven periodista egipcia llamada Merette Ibrahim ha venido a preguntar al Secretario de Defensa de visita Bob Gates en un coloquio.  Ella es apasionadamente idealista con la nueva democracia de Egipto, y hubiera dicho que estaría entusiasmada con el Presidente Obama, que apoya la revolución política en marcha aquí. Pero no lo está: Dice que los egipcios encuentran desconcertante a Obama y a sus políticas.

Bienvenida a un club cada vez más concurrido. Es un presidente que promueve el cambio pero que no lo está elaborando de una forma que convenza a los jóvenes árabes. Los periodistas egipcios con los que me reuní aquí citan estas contradicciones: Obama está contra la intervención militar en Libia lo que tarda en estar a favor; apoya al egipcio Hosni Mubarak lo que tarda en decir que es hora de que dimita con efecto inmediato; promete un gran avance en las negociaciones de paz palestino israelíes pero no ofrece nada.

Hay cierta lógica en las posturas de Obama, pero no es fácil de explicar a un mundo árabe sumido en los estertores de una revolución. Podría ser, como sostienen sus ayudantes, que Obama se esté mostrando deliberadamente discreto porque quiere distanciar a América de la narrativa. Pero este secretismo no está funcionando muy bien. Lo que Obama está logrando, en cambio, es una narrativa confusa. Parece estar cediendo a la historia en lugar de modelándola.

El mejor comentario de alguien ajeno que he escuchado en relación al alcance del cambio procede del Ministro israelí de Defensa Ehud Barak, nada menos. En respuesta a mi pregunta el jueves, él equipara las convulsiones que sacuden al mundo árabe con la caída del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial o con el fin del mandato francés en levante tras la Segunda Guerra Mundial.

Bien, pensemos en esa analogía un momento: ¿Cuál es el imperio comparable que se derrumba, cuyos satélites estarían ahora en retirada? Vaya, se diría que es América. Los regímenes que se han derrumbado hasta el momento venían estando alineados con la hegemonía estadounidense. A medida que la revolución se extienda a Siria y con suerte a Irán, esta fórmula podría cambiar. Pero la analogía histórica de Barak debería de preocupar a Obama.

No es demasiado tarde para que Obama aproveche este notable momento y le dé forma a través de su liderazgo. He aquí algunas de las cosas que me gustaría que dijera en las próximas semanas, para que de mis colegas periodistas egipcios entiendan mejor el papel de América:

– En primer lugar, el presidente debería de hacer todo lo que pueda para ayudar a la revolución egipcia a triunfar. Esta es la piedra angular de un cambio positivo, y si se desintegra en el seno del caos político y económico, ello supondrá un trágico retroceso. Egipto necesita desesperadamente dos cosas ahora mismo para evitar la piedra en la que tropiezan históricamente las revoluciones: un amplio programa de asistencia económica que evite la recesión que es casi inevitable de otra forma; y apoyo a la seguridad (cosas como formación policial) para mantener a raya el trastorno posrevolucionario.

El Cairo, parece frágil. El turismo ha perdido un 75%, la policía está dispersa, y la basura vuelve a acumularse de nuevo en las inmediaciones de la Plaza de la Liberación. Un edificio de apartamentos del suburbio de ciudad jardín que solía mantener abierto el acceso principal ahora lo cierra cada noche. Al abordar estos problemas, América debería de trabajar a través de sus aliados, que tengan manos más limpias.

– En segundo lugar, Obama no debería de abstenerse de defender a los amigos de América, ni siquiera cuando sean monarquías conservadoras y tengan montones de petróleo. Los Emiratos Árabes Unidos pueden no ser perfectos, pero es un lugar mucho más libre y más progresista que Irán, digamos, o que Rusia o China. Arabia Saudí tiene sus problemas, pero tampoco es una amenaza al estilo de Irán. Alentar el cambio no significa arrojar un barreño de dinamita al barril de petróleo y volar por los aires la economía mundial.

– En tercer lugar, Obama debería de alentar a la coalición anti-Gadafi a desplazar el conflicto de Libia de campaña militar de primera línea de actualidad con cazas sobrevolando a esfuerzo paramilitar encubierto llevado a cabo sobre todo en la sombra. Piense en la campaña de espionaje para derrocar a los talibanes en Afganistán. Los árabes quieren que Gadafi se marche, pero no quieren otro Irak en el proceso.

– Por último, Obama debería acudir a Oriente Próximo y hacer suyo este momento. Entiendo su deseo de alejarse del foco de atención, pero está demostrando ser un error. Es un acontecimiento histórico, tan poderoso como la caída del Muro de Berlín, y un acontecimiento para el que la vida entera y la experiencia de Obama le han preparado. No debería de usar la táctica de capear el temporal con la historia. Debería acudir a El Cairo, a Damasco y también a Bahréin, si puede. Debería de escuchar lo que dice la gente — y dirigirse a ella, en su auténtica, poderosa y necesaria voz estadounidense.

David Ignatius

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