lunes, mayo 6, 2024
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Tomás Gómez, a la izquierda

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En una entrevista en televisión y en sus actos públicos, Tomás Gómez denuncia la estrategia neoliberal en la economía que nos somete a los rigores de la crisis, haciendo peligrar nuestro sistema de bienestar y las conquistas sociales logradas tras muchos sacrificios de la clase trabajadora, y del pacto social constituido a la salida del franquismo. Tomás Gómez habla, seguramente, mientras observa con atención los movimientos de Esperanza Aguirre que, desde hace ya muchos años, socava los cimientos de los servicios públicos esenciales. La base real de ese pacto.

Esa es la cuestión que debería dirimirse en una razonable confrontación electoral. El modelo neoliberal, auspiciado por el Partido Popular – Rajoy dice reconocerse en la doctrina de Cameron-, de un lado, y de otro el proyecto socialista que, dicho sea de paso, se encuentra un tanto difuminado en tantos paquetes de medidas que suceden de viernes a miércoles, de miércoles a viernes, pero que, al parecer, son la respuesta demandada por “los mercados” para restablecer la confianza en nuestra estabilidad.

El caso es que si ese es el proyecto socialista, la pregunta es ¿cómo es posible que más de ciento cincuenta años de conflicto entre izquierda y derecha se reduzca ahora a aspectos técnicos de los paquetes de medidas anti crisis? Seguramente no es así, ya que unos y otros distan mucho en la concepción que tienen del papel de la sociedad, la economía, los ciudadanos y los derechos individuales y colectivos en este mundo cruel en el que vivimos.

Pero la simplificación endémica nos hace creer que lo que debemos elegir en las urnas es eficacia frente a torpeza, y la realidad es otra. La confrontación debe ser de proyectos y el PSOE debe, además de resolver lo inmediato, buscar su identidad para una situación como esta, porque si no y ante la duda, la gente optará por el cambio, al menos, para probar algo distinto.

Cuando oigo hablar a Tomás Gómez noto la diferencia entre los dos proyectos. Se hace evidente. Vivo en Madrid y a nadie hay que explicarle la enmarañada estrategia de favores, servilismo, corrupción, intereses partidistas y otra suerte de miserias humanas asociadas a estos años de gobierno, bien alimentadas por la banda de turno, que a estas alturas del sumario, vaya usted a saber quiénes son.

La verdad es que las diferencias son visibles en el fondo y en la forma. Desde que Aguirre hiciera su misteriosa entrada en la Asamblea de la mano del transfuguismo que arrebató la mayoría de izquierdas y el gobierno a Simancas, su historia política está cubierta de oscuridad y movimientos radicales. Radicalismo destructor de lo público, salvo cuando es para alimentar a las empresas amigas.

El caso es que se plantean interesantes las próximas elecciones. Al menos en Madrid. Y sobre todo después de la lamentable campaña catalana tan destructiva para la participación propia y tan poco estimulante para la de otros procesos. En Madrid, al menos, no tenemos a Laporta, ni a Carmen de Mairena, ni a Nebrera.

Tomás Gómez impulsa un discurso con ideología y define la izquierda en una Comunidad a la deriva de la ansiedad de la lideresa. Sí señor, se presenta interesante.

Rafael García Rico

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