viernes, abril 26, 2024
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La presidencia neocortical

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Tras una serie de mensajes públicos ineficaces — salpicando el paisaje político de manantiales retóricos — el Presidente Obama ha dado por casualidad con el alegato final.

«Parte de la razón de que nuestras políticas parezcan tan duras ahora mismo», decía hace poco a un grupo de donantes Demócratas reunido en Massachusetts, «y que los datos y la ciencia y el razonamiento no parezcan convencer de nuestros argumentos todo el tiempo a la gente es que no estamos cableados para pensar siempre con claridad cuando tenemos miedo. Y el país está asustado».

Vamos a analizar por partes estos comentarios.

Obama está claramente seguro de que su ramo político representa «los datos y la ciencia y el razonamiento». Sus detractores, en inquietante contraste, se están valiendo de la región más primitiva y asustadiza de su cerebro. Obama se considera el líder neocortical — el paladín, no sólo de la batería de estímulo económico o de la reforma sanitaria, sino del razonamiento cognitivo. Sus críticos confían en su cerebro reptílico — la localización del mecanismo neuronal básico de la vida y el comportamiento agresivo. Algunos, los Demócratas presumiblemente, cumplen lo que pretenden superando cuestiones de su cableado evolutivo en momentos de presión social; otros, tristemente, no.

Aunque hay una enorme competencia, éstas son algunas de las palabras más arrogantes pronunciadas nunca por un presidente estadounidense.

La presidencia neocortical destruye la posibilidad de diálogo político. ¿Qué puede aprender remotamente Obama de unos votantes resentidos, confusos y dominados por temores evolutivos subconscientes? Ellos no tienen nada que enseñarle a él, nada que ofrecer a su mente superior. En lugar de dialogar a través del debate, Obama recurre al análisis reduccionista justificando el comportamiento de su oposición.

Es irónico que el gran defensor de «la ciencia» sea esclavo de la divulgación científica. Los seres humanos bajo presión no están cableados a la estupidez, que sería una desventaja evolutiva clara. El cálculo de riesgos y la debilidad por prácticas de eficacia demostrada constituyen las aportaciones conservadoras a la supervivencia de la especie. Al margen de la conducta política que puedan explicar las neurociencias, no significa que el miedo a la deuda masiva o a la administración pública intervencionista sea irracional.

Se han registrado varios intentos recientes de explicar la forma de Obama de ver el mundo como producto de su padre poscolonial y sus primeros mentores socialistas — tentativas gnósticas de obtener la llave oculta que desentraña al caballero. La realidad es más simple. En abril de 2008, Obama describía a los votantes rurales ante los ricos donantes reunidos en San Francisco: «No es sorprendente pues que se resientan, se aferren a las armas o a la religión o a la animadversión a la gente que no es como ellos». Ahora, ante los ricos donantes reunidos en Massachusetts, la oposición está «cableada para no pensar siempre con claridad». Interpretar las palabras de Obama no exige de psicoanálisis ni de la lectura de las runas místicas de Chicago. Él es un intelectual esnob.

No es que esto tenga algo de malo. Algunos de mis mejores amigos son intelectuales cursis. Pero no son políticos muy buenos. De alguna forma un aristócrata como Franklin Roosevelt fue capaz de convencer a millones de estadounidenses de a pie de que estaba claramente de su parte. Pero la aristocracia social de abolengo podría haber recibido un par de clases de cursilería impartidas por la clase intelectual acomodada — condicionada para estar convencida de que su superioridad no se apoya en riquezas o sangre, sino en «datos y ciencia y argumento».

¿Qué deben de pensar cuando escuchan a Obama exponiendo argumentos así los Demócratas que tratan de competir en Pennsylvania u Ohio? ¿Se dan cuenta del error garrafal que han cometido vinculando su suerte política a un líder que hace que Michael Dukakis, Al Gore o John Kerry parezcan grandes comunicadores en comparación?

No se trata únicamente de un problema político; es un desafío administrativo. Hay miedo ahí fuera en América — no a causa del cerebro reptiliano sino a causa de una tesitura económica objetiva. Y el populismo reaccionario puede ser inquietante cuando pone sus miras en las minorías, los inmigrantes y los intelectuales. Pero el desprecio intelectual entre la élite alimenta este populismo destructivo en lugar de canalizarlo o desactivarlo. Obama está ayudando a la causa que critica.

Es uno de los rasgos atractivos más nobles de un líder comprender los temores de la opinión pública y luego situarlos en el contexto de las obligaciones nacionales. Sí, el sueño americano es frágil, pero no se va a recuperar a base de abandonar los ideales estadounidenses. Sí, las fronteras deben ser controladas y el terrorismo es una amenaza letal — pero no podemos entregarnos a los estereotipos y el odio.

Una respuesta a la inquietud social no ayuda en absoluto: decir a la gente que sus miedos son producto del irracional primitivo. Puede que Obama crea que muchos de sus conciudadanos no saben razonar. Pero siguen sabiendo votar.

Michael Gerson

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