martes, abril 23, 2024
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La mezcla de Petraeus: dialogar y disparar

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El General David Petraeus parece estar ejecutando una pirueta estratégica en Afganistán, complementando su principal misión como mando militar con el papel de «guerrero estadista» que interpretó en Irak, donde fue capaz de maridar los elementos políticos de la campaña con los militares.

Petraeus es partidario desde hace mucho de la idea de que las guerras en el seno de sociedades tribales son inevitablemente una mezcla de diálogo y tiros. Castigó a los insurgentes sunitas y chiítas de Irak, y al mismo tiempo les abrió nuevos canales para encontrar una vía al acomodo con la administración de respaldo estadounidense.

El militar estadounidense está adoptando parte del enfoque a dos bandas en Kabul, transcurridos cuatro meses desde su destino como líder de las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Está dando más tiros, con un incremento en las operaciones especiales y los ataques a los mandos talibanes. Pero también está dialogando más, dando el visto bueno a las conversaciones de reconciliación del Presidente Hamid Karzai con agentes talibanes y garantizando su seguridad a y desde Kabul, como medida de confianza.

Todo esto está sacado directamente del manual de Petraeus, y constituye un ejemplo de la forma en que se vale de emisarios a veces excéntricos para trasladar mensajes de conciliación, al mismo tiempo incluso que eleva el ritmo de los ataques. En Bagdad, Petraeus mantuvo abierta una red de comunicación ajena a los canales habituales compuesta de ayudantes árabes capaces de realizar visitas nocturnas al Primer Ministro Nouri al-Maliki entre otros, para persuadirles de acceder en privado a lo que se negaban a ceder públicamente. Es un enfoque bien calibrado para unas sociedades en las que ayudar a los demás a «salvar la cara» constituye una faceta esencial de la negociación.

Con Petraeus al timón político-militar, puede conducir un proceso destinado a empujar a los grupos talibanes dispersos a un acuerdo político.

La faceta diplomática de este juego depende de la capacidad de Petraeus de castigar a los que se resisten — con devastadora artillería. Ese es el motivo de que venga presionando a Pakistán tanto para que incremente sus operaciones contra la red Haqqani, resguardada en las zonas tribales del noroeste, y contra los talibanes de la shura Quetta, que operan desde Baluchistán, al suroeste de Pakistán.

Llamativamente, a medida que Petraeus impone su ofensiva de diálogo y tiros, escuchamos hablar menos de la estrategia de contrainsurgencia que supuestamente constituye su gran aportación a la doctrina militar. Aunque Petraeus ayudó a redactar la doctrina en 2006 mientras se encontraba de gira estatal en calidad de comandante de Fort Leavenworth, ésta constituye un enfoque más rudimentario que la estrategia totalmente revisada que ha utilizado en realidad, tanto en Irak como aquí.

Véase el precepto central de la contrainsurgencia de «proteger a la población civil». Petraeus y sus representantes siguen imponiendo este enfoque «centrado en la población» en las provincias de Kandahar y Helmand, aunque importantes funcionarios militares dicen que hasta el momento sólo ha tenido un éxito limitado.

Pero la verdadera medida se ha dado «centrada en el enemigo» — en el endurecimiento de las operaciones para capturar vivos o muertos a los líderes talibanes, junto con el apoyo a la tentativa de llegar a un acuerdo con ellos por parte de Karzai. El Presidente Obama, habiéndose apuntado al enfoque de la contrainsurgencia en diciembre, contempla ahora a su representante militar ejecutando una estrategia cuyos mayores éxitos han llegado fruto de las tácticas de la contrainsurgencia dura — la ferocidad de la incursión militar nocturna por sorpresa del Mando de Operaciones Especiales.

Esta mezcla — un lobo antiterrorista con piel de cordero de contrainsurgencia — que de nuevo es característica de la naturaleza versátil de Petraeus tiene algo. Según un agente de las Fuerzas Especiales, un examen reciente de las operaciones solicitado por Petraeus demostraría que el 90% de los éxitos operativos en Afganistán han llegado de la mano del 5% de los efectivos regulares — sobre todo esos equipos secretos del Mando de Operaciones Especiales.

El desafío más importante de Petraeus desde el principio, ha sido el tiempo. Su incomodidad con el calendario de Obama de julio de 2011 para el inicio de la retirada de los efectivos regulares estadounidenses fue evidente desde el principio. No era el repliegue paulatino proyectado lo que parece preocupar a Petraeus tanto como el mensaje que traslada a los talibanes — y la forma en que podría minar su estrategia político-militar. ¿Qué enemigo tribal va a negociar con una superpotencia que anuncia su marcha a los cuatro vientos?

Petraeus y sus asesores han propuesto una ingeniosa artimaña al problema del plazo de julio de 2011. Está animando a la OTAN a centrar su encuentro de Lisboa del mes que viene en el calendario de 2014 propuesto por Karzai para la transferencia de la soberanía afgana. Eso ha tenido el acogido efecto para Petraeus de añadir tres años al calendario — y una mayor credibilidad a su argumento de que los talibanes deben subirse al tren de la reconciliación de Karzai.

La estrategia de la administración Obama, según su propia lectura en un pesimista informe remitido al Congreso este mes, no viene funcionando muy bien. Es característico que Petraeus haya estado experimentando con otra mezcla.

David Ignatius

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