domingo, mayo 19, 2024
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Zapatero intenta disimular

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Aquello de que se asumían las rectificaciones como un arte, o como parte del arte de gobernar, quedó en el pasado. Y no precisamente porque no se rectifique, que se ha convertido en la línea fundamental del programa del Gobierno, sino porque se rechaza cualquier arrepentimiento: todo es perplejidad, pero perplejidad ante un mundo cambiante al que el presidente Rodríguez Zapatero se adapta. Los cambios, los del mundo, se producen además no en el momento en que todos lo perciben y hasta padecen, sino en el instante en que el Gobierno decide dar un volantazo. Es tan vertiginosa la carrera que a nadie debería extrañar, parece decirnos el presidente, que el vehículo vaya haciendo eses, gire a menudo hacia atrás, roce las protecciones de la carretera, derrape y de vez en cuando se detenga en medio de una nube de polvo.

La estrategia, que está llevando el liderazgo de Rodríguez Zapatero a mínimos en la percepción general, le debe parecer, de todos modos, una suerte de maravillosa estrategia de la que no quiere salirse. Ahora, ante la huelga general convocada por los sindicatos, el presidente quiere subrayar que su política, reforma del sistema laboral incluida, no va a cambiar y, para ello, pretende dar la impresión de que considera que su Gobierno –el actual, el que ya anunció al elegirlo que cambiaría- es y debe seguir siendo el instrumento adecuado. Considera Rodríguez Zapatero que así da sensación de estabilidad, ya que la impresión de confianza parece por el momento imposible. Retrasa por eso la salida del ministro Corbacho, deja en suspenso a la espera de acontecimientos la de la ministra Jiménez y se niega a cualquier otro cambio, no vaya a tenerse la impresión de que el Gobierno –y el presidente- se desliza por la senda de la confusión y las dudas.

Este disimulo, sin embargo, tiene el efecto contrario porque lo que necesita el presidente no es un nuevo giro radical –que la huelga no puede conseguir de ningún modo-, sino un proyecto coherentemente estructurado y adecuadamente explicado. Es el único modo de estabilizar una política y de proporciona al PSOE una confianza que ha dilapidado incluso entre los más fieles de los suyos. No va a lograrlo minimizando el cambio gubernamental necesario y, desde luego, pierde la posibilidad de hacerse, aunque ya sea bastante tarde, con un equipo poderoso y conectado con su partido que le ayude en unos momentos graves en los que el presidente va siendo visto más como un problema que como una solución.

Germán Yanke

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