domingo, mayo 19, 2024
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Las labores afganas pendientes

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Bajo un sol de justicia, el Secretario de Defensa Bob Gates informa a las tropas regulares de la primera brigada estadounidense de combate desplegada dentro de esta ciudad que son «la avanzadilla» en la lucha contra los talibanes. Ya es una batalla sangrienta: en sus dos primeras semanas destacada aquí, la brigada ha perdido ocho efectivos, incluyendo a los cinco que perdieron la vida el lunes como consecuencia de un explosivo prefabricado en la carretera.

Gates escucha un relato optimista a los mandos de la brigada sobre sus patrullas junto al ejército y la policía afganos en este bastión de los talibanes. Y, tras recorrer varios frentes de la campaña a por todas emprendida en Kandahar, Gates informa a la prensa que se siente «alentado» por las esperanzas de estabilizar la zona y transferir eventualmente las competencias de seguridad a los afganos.

Los soldados congregados espontáneamente a la sombra para echar un pitillo ofrecen una evaluación más comedida. El Sargento Michael Ellis, al mando del equipo de seguridad por orden de uno de los mandos de la brigada, dice del ejército y la policía afgana: «Simplemente no alcanzan un nivel satisfactorio. Carecen de organización». Dice que cuando fueron objeto de ataque junto a las tropas afganas hace unos cuantos días, parte de ellas empezaron a disparar sus AK-47 de forma errática al aire.

Este contraste entre las elevadas esperanzas de los mandos militares en Afganistán y la terca realidad sobre el terreno es la impresión más llamativa de una escala la semana pasada.

 

 Viajando con el ejército, siempre se experimenta una especie de sensación de superioridad –con altos mandos militares que aseguran a los visitantes que la misión es factible-. Pero la estrategia afgana todavía es una labor muy en sus inicios, con muchos de los conceptos clave todavía por demostrar su eficacia en el campo de batalla.

 

El entusiasmo fue sin duda la temática de la sesión informativa que el General David Petraeus ofreció a la prensa que viajaba con Gates. Se mantuvo fiel al guión optimista, utilizando proyecciones realizadas a partir de las que desarrolló durante su fructífera campaña de Irak. Petraeus, que asumió el mando hace apenas dos semanas, dice que todavía está cortando los últimos flecos de su «guía del alto mando» para este conflicto.

Durante una entrevista, Gates ofrecía un análisis más exhaustivo que el ofrecido bajo el intenso calor de Kandahar. «Creo que es demasiado pronto para sacar cualquier conclusión», decía. «Necesitamos unos meses más para examinar esto» antes de un examen que evaluará en diciembre «la solidez del concepto».

«Si quedara claro que la estrategia no funciona, entonces yo seré el primero en defender el cambio de estrategia», me decía Gates. «No voy a autorizar despliegues que pongan en peligro a los chicos en aras de una estrategia que no esté seguro de que vaya a funcionar».

A medida que Petraeus da forma a sus planes de batalla, se aproxima al problema desde varios flancos al mismo tiempo. Está el componente jerárquico, trabajando con ministerios afganos y el ejército nacional y la policía. Pero también está el factor subordinado, en el que las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos trabajarán con los líderes tribales para formar «fuerzas locales del orden».

Tanto Gates como Petraeus restan importancia a las recientes fricciones surgidas con Hamid Karzai a tenor de lo que muchos funcionarios de la administración Obama están seguros es el errático liderazgo del presidente afgano. Gates, que cree que la crítica virulenta a Karzai es un error, parecía el tío amable estadounidense del líder afgano en una rueda de prensa celebrada aquí.

Pero a la vez que engatusa a Karzai, Estados Unidos trabaja con muchos líderes locales y regionales y maliks tribales que son contrarios a él. De forma muy parecida a como Petraeus hizo en Irak, Estados Unidos quiere tocar todos los palos -trabajar con la administración y sus detractores «reconciliables»-. Gates decía que Estados Unidos estaba «realineando» su enfoque para incorporar «la historia y la cultura de Afganistán, en donde la autoridad regional, provincial y local siempre ha sido fuerte» y «volver a potenciar algunas de las shuras tribales».

Los planes para Kandahar son que los efectivos estadounidenses y afganos establezcan puestos conjuntos en las 17 zonas policiales y aledaños de la ciudad, para que la población se sienta lo bastante segura para asistir a las shuras, o consejos. Los talibanes han respondido con una ola de asesinatos, y el Teniente General David Rodríguez, representante en funciones de Petraeus, dice que la ofensiva sólo tendrá éxito si los líderes locales «asumen riesgos» y afrontan los actos de intimidación. Es mucho pedir a una gente que desconfía de América y de la administración Karzai en la misma medida, y puede ser el eslabón más débil de los planes estadounidenses.

El objetivo de Obama es transferir gradualmente la responsabilidad a los afganos para que Estados Unidos pueda empezar a replegar tropas el próximo julio. «Aún les queda un largo camino», me decía Gates. «No estoy diciendo que estemos cerca de la victoria, ni que hayamos alcanzado un punto de inflexión en los acontecimientos, ni que ahora estemos en la posición idónea para alcanzar el objetivo.

La razón para tener esperanza, decía Gates, es que con el incremento de tropas regulares estadounidenses casi completado, «tenemos las piezas necesarias para lograrlo».

David Ignatius

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