jueves, mayo 16, 2024
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La diplomacia del dinero

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A Chávez no le han enseñado que la política exterior de los países civilizados se mide con una especie de termómetro. Señala el largo tramo entre la declaración de guerra y la petición de información para ver cómo se le hinca el diente a un asunto espinoso. España y Venezuela han de abordar el de ETA y las FARC porque un juez ha hecho su trabajo. Chávez, en su línea, prefiere entender que toda la culpa es de Aznar. Los socialistas, también en su línea, se ven teniendo que defender al ex presidente español. Otra vez.

Cualquier diplomático que tenga que lidiar con la incontinencia verbal del presidente venezolano se gana bien el sueldo. Aguantar esa tendencia al numerito y a la amenaza debe de ser muy difícil. Por eso, cuando el Rey Juan Carlos le preguntó por qué no se callaba, la mayoría disculpó al monarca. Porque Chávez acaba con la paciencia de cualquiera. Pero estamos hablando de negocios y este país no está como para jugar con eso. Las inversiones de las empresas españolas no pueden arriesgarse, como tampoco la situación de la colonia más numerosa que tiene España fuera de sus fronteras.

Para entender con quién nos estamos jugando los cuartos, recordemos el paseo triunfal que se dio el presidente venezolano por la Gran Vía de Madrid el pasado 11 de septiembre. Un grupo de ciudadanos le gritaba «dictador» y «sinvergüenza» mientras otro, menos numeroso, respondía «Viva Cuba, libre». Pero Chávez iba a la suya, acompañado del presidente de Repsol, Antoni Brufau. Los periodistas oyeron claramente el buen rollo que desprendía la conversación entre dos personas que se necesitan:

Chávez.-¿Qué vamos a hacer con tanto gas?, amigo Brufau.

Brufau.-Alguna utilidad le encontraremos.

Hablaban del mayor yacimiento de gas que se ha encontrado Repsol. 233 kilómetros de área con, dijeron, 240 metros de grosor. Chávez aprovechó ese día para decir a la prensa que su relación con Zapatero y con el Rey era ya «extraordinaria» porque todos querían dejar atrás aquel día en el que el monarca perdió la paciencia. Los empresarios saben que si sólo hacen negocios con las personas que son de su agrado, las posibilidades de ganar dinero se reducen considerablemente. Y lidian con ello. El Gobierno primero pidió explicaciones y, al rato, todo quedó en un poquito de información. La imagen no ha sido precisamente de fortaleza y el PP hace tiempo que ve la política exterior de Zapatero como un flanco débil. Por eso habla ya de «humillación». La bronca sobre este asunto no debería rozar el nivel de tensión que alcanzó la política antiterrorista en la pasada legislatura.

Luz Sanchis

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