lunes, mayo 13, 2024
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Obama, las brevas están verdes

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Sólo desde el sabido posicionamiento en la socialdemocracia noruega del Instituto Nobel es posible entender lo que se resiste a la suficiente aceptación. Esa sorprendente discernimiento del Premio a un presidente de los Estados Unidos que sólo lleva ocho meses al mando del timón, es de difícil comprensión e improbable encaje en la opinión instruida e informada. El ejercicio de la piqueta poco tiene que ver con el manejo del cincel, ni el de la retórica sobre las cosas con lo de su acertada administración.

Querer censurar al ex presidente Bush galardonando a quien le sucede es empeño que tiene mucho más que ver con el manejo de la Política desde el apriorismo ideológico y corrientemente sectario de la izquierda, que con el respeto al rigor que demanda cualquier intento de enjuiciar desde la Historia, aunque ésta se circunscriba a la actualidad candente del periodismo político.

Nadie puede negar que las maneras que apunta Barack Obama puedan desembocar dentro de los convenidos plazos, al menos un periodo presidencial, en una gestión brillante, eficaz y positiva. Sería tan torpe como injusto el hacerlo. Pero tampoco parece de recibo premiar como acertada ejecución de un programa lo que sólo es exposición brillante del propósito que lo anima y de la intención que manifiesta. Suélese decir, no lo olvidemos, que el infierno está empedrado de buenas intenciones.

Hechas estas observaciones es oportuno reparar, en cualquier caso, en la propia historia del Nobel de la Paz como gran crónica sonoros desaciertos y oceánicos dislates. Desde su concesión al ex presidente Carter, al que la revolución islámica en Irán mantuvo durante una larga temporada como rehenes a los diplomáticos de su Embajada en Teherán; o al ex vicepresidente Al Gore, al que ha enriquecido su apología de la causa antropocéntrica del cambio climático, y al equipo de científicos que sobre la base de un modelo matemático -reconocido como erróneo después por su propio autor-, la Tierra estaba sometida a un proceso de calentamiento por causa del llamado «efecto invernadero». Algo ajeno a la determinante astronómica de la evolución de las manchas solares, origen primordial de las glaciaciones y de los periodos calientes como los que en la Edad Media llevaron a la fusión completa de los hielos de Groenlandia, regresando después en el siglo XXVII. Cortaron la navegación en el Atlántico norte y mataron por hambre y frío a los escandinavos que la habían colonizado.

Obviamente no tiene Obama culpa alguna de que le hayan colgado este galardón, que «le ha sorprendido y honrado», tal como declaraba ayer horas después de haber recibido la noticia. Incluso cabría pensar que los dispensadores del Premio, la institución noruega que lo concede, lo que en realidad han hecho -después de tantas pifias con sus Premios Nobel de la Paz- es quererse prestigiar ellos de la excelente imagen mundial del presidente norteamericano. Imagen que es un hecho cierto pero de significación prematura. Tanto como el querer comer brevas por San José, cuando es por San Juan cuando maduran. Llamando pan al pan y vino al vino, digamos sobre este galardón para el presidente Barack Obama, que las brevas están verdes. Verdes como el trigo verde.

José Javaloyes

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