El intento del presidente del Gobierno por llegar a un pacto con todas las Comunidades para un nuevo modelo de financiación autonómica ha abierto la caja de los truenos en plenas fiestas navideñas, mientras han comenzado a estallar los conflictos entre las distintas Comunidades, tanto las gobernadas por el Partido Popular como las gobernadas por los socialistas.
El deseo de Zapatero de contentar a los socialistas catalanes, que gobiernan con el tripartito catalán, en un almuerzo celebrado el sábado en la Moncloa que es interpretado por la mayoría de las Autonomías como la potenciación de la bilateralidad (una de las principales reivindicaciones del tripartito, reconocida además en el Estatuto recurrido en el Tribunal Constitucional), ha puesto en pie de guerra al resto de las Comunidades.
El compromiso de Zapatero con Montilla es tan serio y tiene tal cuenta pendiente con Cataluña por su apuesta a favor del Estatuto («se aprobará en Madrid lo que salga del Parlamento de Cataluña»), que el presidente está cogido en su propia trampa, de la que le va a ser muy difícil salir. Sobre todo por que el resto de las Comunidades no quieren ese trato de favor e insisten en que cualquier acuerdo tiene que adoptarse en el Consejo de Política Fiscal y Financiera o, en todo caso, en la Conferencia de Presidentes, un organismo que prácticamente no se reúne desde hace un año.
La financiación autonómica, necesaria para muchas Comunidades que están ahogadas econonómicamente porque se han visto desbordadas por el aumento de población que accede a los servicios transferidos por el Estado central, se ha visto complicada por la elaboración de los nuevos Estatutos, especialmente el de Cataluña, aprobado en referéndum pero recurrido ante el Tribunal Constitucional.
La reunión a solas del presidente con Montilla y posteriormente con el presidente de Andalucía, Manuel Chaves (el dirigente socialista andaluz tuvo que esperar varias horas a que terminase el almuerzo ya que Montilla no quería una reunión a tres sino una reunión bilateral de presidente a presidente) ha movilizado al resto de los mandatarios autonómicos, todos los cuales han exigido también reunirse a solas en la Moncloa con Zapatero.
Las protestas han afectado incluso a los representantes de Autonomías del PSOE, hasta el punto que el presidente extremeño ha declarado que a él no le representa el presidente de Andalucía. «A Extremadura -ha insistido- no la representa nadie más que yo».
El sudoku autonómico, que se intenta resolver en el peor momento económico del país, cuando tenemos encima una recesión que puede convertirse en depresión según ha adelantado ya el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se ha convertido, de pronto, en el primer problema político que tiene que resolver Zapatero después de haber faltado a sus compromisos en el verano y últimamente en el mes de noviembre.
Dentro del PSOE ha sido Felipe González el que ha propuesto, dada la grave situación económica del país, un aplazamiento. Del tema, teniendo en cuenta, además, que cualquier sistema de financiación debe ser el mismo para todas las Comunidades, pactado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera y basado en la solidaridad y la cohesión.
El problema es que el presidente del Gobierno ha llegado demasiado lejos en su apuesta a favor del Estatuto de Cataluña y que, enredado en su propio laberinto, ha dejado por el camino demasiados platos rotos que ahora resulta complicado reconstruir. Entre esos platos rotos está la crisis que provocó en su momento la salida de Pasqual Maragall de la Generalitat, su alianza traicionada con Artur Mas y la crisis dentro del Partido Socialista Catalán (PSC) gracias a la cual Montilla se ha instalado en la Generalitat con la reedición forzada del tripartito que tanto desgaste le produjo a Zapatero en la anterior legislatura.
José Oneto