lunes, mayo 6, 2024
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La coalición Sánchez-Bildu gana en Euskadi

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José Virgilio Menéndez Medrano
José Virgilio Menéndez Medrano
Diputado en la Asamblea. Secretario General del Grupo PP en la Asamblea de Madrid.

El resultado que ofrecieron las urnas en Euskadi fue desolador el domingo para quienes queremos a la tierra vasca y a España a la vez.

Mientras equivocadamente se puedan hacer lecturas interesadas en base a los objetivos electorales cumplidos o no, el reparto de escaños no ofrece nada bueno a lo que es la permanencia de un proyecto común nacional en el País Vasco.

Con ser grave que los dos partidos nacionalistas, uno independentista militante y otro independista durmiente, hayan sumado el récord de 54 asientos de 75 en el parlamento de Vitoria, lo más tremendo de la situación es que con el resultado de Bildu, la verdadera ganadora de las elecciones, se puede decir que se cierra la etapa post ETA en la que sus vínculos con la organización terrorista ya han sido perdonados, y se abre una nueva época en la que en el imaginario colectivo vasco ETA suena a lo mismo que las guerras carlistas: algo del pasado que sucedió y que hay que olvidar.

Esto en si mismo es una injusticia y una inmoralidad. Una injusticia porque sí, ETA se acabó porque fue derrotada por el Estado de Derecho, pero las consecuencias del terrorismo siguen ahí: viudas, huérfanos y proyectos de vida acabados, por no hablar de los casi 200 mil vascos transterrados, es decir, expulsados de su tierra, en lo que supone la mayor alteración de una población por motivos políticos habido en Europa tras las deportaciones masivas de Stalin y los éxodos provocados por la segunda guerra mundial.

Y es una inmoralidad, porque cerrar tan interesadamente una etapa tan negra que duró 50 años, y esto hay que decirlo, es por culpa de aquellos que miraban para otro lado cuando ETA asesinaba, que hoy prefieren no recordar lo que hacían y su espesa complicidad con aquella situación.

Hay responsabilidades políticas en ello. Por un lado, como digo, estos del no recordar que son los nacionalistas moderados, y por otro, los que mataban y sus cómplices, colaboradores y chivatos, que tienen que poner un muro de silencio sobre aquellos años. 

Y ojo, esto es lo terrible, también hay una clarísima responsabilidad de quien más ha colaborado al blanqueamiento de Bildu en los últimos años que ha sido Pedro Sánchez, ni siquiera digo el Partido Socialista, si siguiera existiendo como tal.

Por necesitar los escaños de Bildu para seguir en Moncloa, Sánchez ha incorporado a Bildu al grupo de partidos progresistas, o buenos para España, en una decisión irresponsable que pagaremos todos, especialmente los vascos, durante los próximos años. Lo resumió perfectamente ese bulto sospechoso al que han colocado al frente de la Delegación del Gobierno en Madrid: “Bildu ha hecho más por el bien de los españoles que todos los patriotas de pulsera”, en una declaración que tendría que haber sudo su epitafio en política.

Y no, que no mientan: la incorporación de Bildu a la política no es aquello que decíamos todos cuando mataban de que hicieran política. No es eso. Una cosa es hacer política sin usar el terrorismo, y otra cosa es ser homologados como un partido democrático que hace el bien por los españoles, firmando un pacto secreto (por lo infame de su contenido), y negociando políticas su apoyo al Gobierno. 

No nos tomen por idiotas. Con Bildu solo han firmado políticas beneficiarias para los presos de ETA, su mayor preocupación más allá de los disimulos en campaña. Progresos en los grados, terceros grados y liberaciones es lo que Sánchez ha firmado con Bildu a cambio de su nefasta aportación a leyes tramitadas en el Congreso, en las que todo lo que aporta Bildu sigue marcada por su ideología marxista y su modelo de sociedad inspirada en la república democrática alemana. Que ya me dirán que saben de vivienda o de legislación laboral, los que llevan décadas destruyendo viviendas de ciudadanos no nacionalistas, y extorsionando y secuestrando a empresarios.

No no, no son Más Madrid ni Podemos. Son una coalición de partidos marxista dirigida por Sortu, donde está lo que quedó de ETA, e inspirada en la lucha anticolonial de los 70, independentista y expansionista (Navarra y País Vasco francés siempre en el radar), y profundamente totalitaria, por mucho que hayan comprado disfraces de colores verde y violeta.

Y si, el PSOE no va a gobernar con ellos ahora, porque sería hacer tragar mucho a los militantes veteranos socialistas vascos, pero es cuestión de tiempo (2024 aún era pronto), que sean aliados preferentes de este PSOE tan decadente y sin principios.

Aunque ahora no queden muchos motivos para ser optimista, hay que guardar una esperanza de que el Estado, y los partidos que lo defienden, solo el Partido Popular a nivel vasco, se reconstruya, con nuevos cuadros y sobre todo, nuevas y útiles ideas para una sociedad, profundamente envejecida, en la que hay un gobierno que ya no gestiona bien las cosas, una tierra en la que el emprendimiento y la iniciativa industrial va a la baja, y en la que la inmigración  va a ser un grave problema en los próximos años.

Esperanza por tanto la hay, pero es necesario que Sánchez deje de trabajar para Bildu de una vez por todas.

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