viernes, abril 26, 2024
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Evaporación transatlántica

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De cara a la reunión del G-20 celebrada en Hamburgo hace poco, el General McMaster, Consejero Nacional de Defensa de Donald Trump, dijo que su Presidente tenía un triple objetivo en su segunda gira europea.

La primera, a finales de mayo, fue un fracaso. Trump, enfurruñado como un niño pequeño, no quiso comprometer en Bruselas, en la OTAN, a los EEUU con la cláusula de defensa colectiva de la Alianza Atlántica como siempre habían hecho sus predecesores. Tampoco quiso admitir durante la reunión del G-7 en Taormina que abandonaría el Acuerdo sobre el cambio climático de Paris.

“Como un niño pequeño”, porque luego acabó cantando las dos gallinas. Empezando, de vuelta a su casita blanca, con el anuncio oficial de la retirada estadounidense del pacto parisino y, después, admitiendo que su país cumpliría sus obligaciones defensivas con sus aliados. Para esto tardó algo más, haciéndolo en su visita a Polonia justo antes de acudir al G-20.

¿Qué otra cosa podía decir en Varsovia donde la OTAN es prioritaria frente a la Unión Europea? Está el ruso muy cerca y nunca tuvieron los polacos experiencias agradables con el imperialismo moscovita, morasen en el Kremlin Zares o Secretarios Generales comunistas.

Únase a ello un gran proamericanismo en Varsovia y un escaso interés por la Unión Europea con la que sueñan Emmanuel Macron y muchos más, si Ángela Merkel coadyuva. Para el gobierno polaco es más importante terminar con la dependencia del gas ruso, intentar ejercer de jefecillo centroeuropeo y controlar a sus jueces y prensa. Trump comulga con todo ello y su paso por Polonia antes de ir a Hamburgo conllevaba una carga antieuropea.

Los objetivos explicados por McMaster fueron: la protección de la prosperidad de los estadounidenses; la defensa de los intereses norteamericanos; y el mantenimiento del liderazgo transatlántico. Los dos primeros se pueden entender. Lo que ocurre es que con Trump ello implica enfrentarse a la UE al renegar del libre comercio internacional y considerar que la unión de los europeos es mala cosa para los EEUU. Primer presidente americano en seguir esta senda. Por eso Merkel no se fía ahora de los anglosajones pues, además, no perdona el Brexit.

Lord Carrington, un noble británico que fue ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido y Secretario General de la OTAN en los años ochenta del siglo pasado, decía que los americanos se inquietaban cuando los europeos estaban desunidos y se preocupaban cuando estaban unidos.

Ciertamente, pero apostaban más por que estuvieran juntos en la UE, esa que tiene ya un teléfono europeo a donde llamar inexistente en tiempos de Henry Kissinger, cuando era Secretario de Estado en los años setenta y que, por ello, se mofaba. Trump quiere una UE disminuida. Por ello saludó con entusiasmo el Brexit, que la debilita, y alentará cualquier otra secesión.

¿Cómo puede pretender McMaster el liderazgo transatlántico de los EEUU en tales condiciones? Para eso deben, como cualquier líder, como han hecho hasta ahora los EEUU, sacrificarse para mantener unos vínculos fuertes. Para ello debía Trump haber asegurado firmemente desde el principio que acudiría enseguida en defensa de cualquier aliado europeo, haber lamentado el Brexit y apoyado una UE más integrada.

Sale Trump del G-20 tan autoaislado como del G-7. Por su rechazo a la lucha contra el cambio climático y su renuencia al libre comercio se pone él mismo frente a la pared. ¿Seguirá acudiendo a estas reuniones internacionales? No hace falta para ver a Putin y concertar una bienvenida tregua parcial en Siria. Por cierto, en EEUU siguen revelando nuevos contactos de la familia Trump con rusos cercanos al Kremlin.

Posiblemente, esta evaporación del liderazgo transatlántico norteamericano no sea definitiva. En primer lugar, porque habrá que ver si el sucesor de Trump, cuando llegue, seguirá sus pasos. En segundo lugar, porque a pesar de los diferendos que pueda haber entre las dos orillas del Atlántico Norte, no hay nada más parecido a los EEUU que Europa y viceversa.

Otra cosa es que mientras Trump se distancia, Europa se integre más política y económicamente, asuma mejor sus obligaciones de seguridad y defensa, hable con autoridad en la ONU, refuerce sus lazos con China sin desatender a Japón, Corea del Sur y la India, los estreche con África, priorice el Mediterráneo, no se olvide de América Latina y siga manteniendo a raya a Rusia con la puerta abierta a un dialogo serio. De hacerlo bien la Unión, los EEUU comprobarían que la UE tiene sólidamente agarrado el volante transatlántico.

Por eso hay que apostar por una recuperación bien sintonizada del liderazgo europeo franco-alemán y que por parte española no perdamos comba como Felipe González supo hacerlo magníficamente cuando formó, siendo Presidente del Gobierno, un eficaz equipo europeo con Helmut Khol, Canciller alemán, François Mitterrand, Presidente francés, y Jacques Delors, Presidente de la Comisión Europea.

Carlos Miranda

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