viernes, abril 26, 2024
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¿Cuándo empezaron a escribir las mujeres, madre?

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Sara, de doce años, le ha preguntado a su madre cuándo empezaron a escribir las mujeres. No es extraño porque tampoco en tercero ni en cuarto de la ESO se incluyen lecturas de escritoras.

Si a los doce, a los catorce y a los quince años, cuando la lectura planta raíces en el corazón lector, el alumnado cree que las mujeres no escriben y no han escrito o, con suerte, alguno se pregunta cuándo empezaron a  escribir, nos estamos perdiendo la mitad de la creación.

Un suspiro de Emily Dickinson, el vuelo a un Nueva York con sabor a manzana de Carmen Martín Gaite, las escaleras de vísperas en Rosa Chacel. Nada, de todo eso, nada. Ni Mary Shelley y ese Frankenstein que salió de una apuesta con dos escritores. Ni Isaak Dinesen y su amenazador festín. Ni Toni Morrison, con su Premio Nobel.

Pero ¿es acaso posible enamorarse sin correr a contárselo al espejo de los versos de Sor Juana Inés de la Cruz o quedarse paralizada en la sumisión sin compartirlo con Marguerite Duras?

Borradas de los libros sin dejar un rastro de páginas rasgadas. No hay papeles arrugados porque ni siquiera fueron concebidas, se construyó un olvido desde antes de pulsar cada letra en un ordenador de lo que sería un libro de texto.

Confieso que yo también he pecado: He descubierto antes a los autores que a las autoras. Aunque Simone de Beauvoir, Rosa Montero y Cristina Peri Rossi empujaban a todos los demás en las estanterías y se hacían leer, eran más los escritores: Quiroga, Andersen,  Calvino, Benedetti, Maupassant, Poe, Wilde. Ellos eran más.

Las mujeres escribieron desde siempre, tenían sus versos guardados, los escribían, los releían, a ratos los tachaban

¿Cuándo empezaron a escribir las mujeres? Esa es la pregunta. Escribieron desde siempre, tenían sus versos guardados, los escribían, los releían, a ratos los tachaban. En la mayor de las complicidades, se los pasaban de unas a otras, clandestinamente. Incluso los compartieron con los compañeros de Generación –como los del 27 que las excluyeron de sus antologías- y los publicaron en revistas y también en libros. Después, tardaron en ser premiadas. Pero lo fueron y lo son: Con premios pequeños y grandes. Con honores nacionales e internacionales.

Y cuando ya lo tienen, cuando han alcanzado el reconocimiento de un Premio Nobel o un Premio Cervantes, es entonces cuando tú, Sara, nos abres tus libros y nos dices: ¿Dónde están? Y al pasar páginas vemos cómo se van borrando. Se quedan en blanco, algunas. Las esperan. Solo hay que escribir sus nombres y los de sus obras.

Gracias, Sara.

Ana García D'Atri

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