lunes, mayo 20, 2024
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En el Calderón el Madrid atravesó un desierto de punta a cabo y supo que nada iba a ser fácil. La victoria inevitable se ha vendido como si fuera un merchandising que anticipa un desenlace en cinemascope, pero vacío de auténtica emoción. Los jugadores llevan el ansia, pero también el miedo, no a los rivales sino al desfallecimiento por cansancio y a la derrota por aburrimiento. Así, se han ido escondiendo en diferentes zonas del campo para oxidarse lo menos posible, y juegan con el guión de los acontecimientos, convirtiendo el fútbol en un espectáculo pequeño, como si manara una pequeña dosis por la herida que los genios abren unos segundos y cierran al momento, codiciosos con su talento y con miedo a que su físico se marchite antes de la primavera.

Koke y Arda juzgaron al grupo entero en una segunda parte de pillaje y marrullería. Este Real Madrid, no tiene quite. Si le escondes la bola su faz será el puchero de Cristiano. Un poco de desconsuelo, otro de sorpresa, y algo de fastidio hubo en los jugadores madridistas después de que se les cayera una parte de la máscara contra el Atleti. Pero después vino el Español. Bálsamo ideal, club amigo y magnífico grupo humano sin un gramo de odio por la capital o la estrategia de dominación mundial que en el Real coincide con el blanco de su camiseta. No se supo si la segunda parte contra el Atleti, de mascar los minutos y las burlas, había abierto brecha en la confianza de los merengues; todo discurrió demasiado plácido para eso.

A los pocos segundos de empezar el partido, un jugador enorme y negro, que parece siempre el mismo constructo de los equipos medios contra el Madrid, hilvanó una diagonal mordida y atropelló a los defensas y al balón, que salió rebotado a un metro de la portería de Casillas. Eso fue todo. Ahí murió el fútbol ofensivo del Español. En una tarde en la que sólo Varanne y Pepe decidieron defender. Parecían dos gigantes de otro mundo barriendo sin descanso las puertas del área madridista.

Aquellos triángulos escarchados que surgían  hace un tiempo, volvieron tímidamente al centro del campo. Kroos anclaba, Isco se retorcía sobre sí mismo y James se movía por cualquier sitio donde surgiera un vértice. Las ocasiones estaban esperando a que alguien las metiese, pero Ronaldo ha perdido su amor por los espacios y su látigo en la pierna. Puede que vuelva a mutar de piel, hacia alguna concreción que él sólo sabe, o quizás es el invierno, que lo retrae. Pero algo le pasa. Sus caminos eran los correctos, pero nunca acababa la jugada solo. Y luego está Karim. Algo cansado. Muy cerca de marcar en una volea al palo, un instante que no se repitió. Ligeramente desacompasado de la jugada, con la firma casi siempre de Isco y de Bale.

La superioridad de Varanne y Pepe con los delanteros españolistas, convertía el partido en un simple mirar el horizonte a esperar el siguiente gol blanco

Después de una triangulación variable que despobló de enemigos una parte del césped, el galés bajó a recibir a su forma morosa y triste, que gusta a las madres y engaña a los críticos. Estaba haciendo de cuarto centrocampista aunque nadie se lo agradezca. La portería quedaba a miles de kilómetros y sin apenas levantar la cabeza, soltó la pierna con un movimiento que nace de la cadera. El balón cruzó el cielo de Madrid, y no es metáfora porque subió hasta lo máximo permitido, y descendió persiguiendo a Ronaldo que corría por su lateral. La jugada había cambiado en la bóveda perfecta, y en la bajada  se veía que eso no tenía retorno. Cristiano dibujó la continuidad hacia James, que la envió al fondo de la red atravesando un par de obstáculos que tenía delante. Nada fue normal. Pero es una de las marcas de agua de este equipo desde que juega el portugués. Antaño los protagonistas fueron Xabi (en los mandos), Ozil (en la dejada) y Karim (en la ejecución). O Xabi, Karim y Cristiano. Es una diagonal abierta y levantada en plano, un toque suave de afinación y un castigo contra la portería.

Después del gol llegaron minutos musicales del Madrid pero no extraordinarios, porque todos se guardaban algo. Sólo Isco iba por los trozos de la pelota en caso de pérdida y los representantes del Madrid en eurovisión (la BBC), esperaban repantingados en las zonas altas del salón dispuestos a salir en los resúmenes de televisión, pero reacios al trabajo en cadena. La superioridad mortificante de Varanne y Pepe con los delanteros españolistas, convertía el partido en un simple mirar el horizonte a esperar el siguiente gol merengue. Llegó en una falta a cierta distancia, que Cristiano le cedió ostentosamente a Bale. La impresión en los goles de falta del galés, es que le han quitado un par de fotogramas a la acción. Ejecuta sin miramientos y la pelota llega a la portería fulminante, sin estela. Dio en el poste y ahí nos dimos cuenta. El portero no sufrió siquiera. No pudo ni pensar en su mamá. Bale es limpio y extrañamente sano en su genialidad. No es fácil de entender y su fútbol va goteando sin más explicaciones.

El Madrid se partió definitivamente y la mitad del equipo se dedicó a contemplar a la otra mitad. Los españolistas se iban enmarañando en el centro del campo del rival, hasta que salía un gigante de la cueva y le quitaba el balón. Las contras eran un amago, incluso se vio en una a Cristiano comenzar su mítica diagonal y pararse antes de llegar arriba, como extrañándose de su derroche que hasta hace poco era para él la norma. Sobre el minuto once del segundo tiempo el absurdo acudió en ayuda del espectáculo. Coentrao y un rival se arrastraron por un balón dividido y chocaron de una forma fea, con tacos clavándose en lugares blandos y mucho llanto y crujir de dientes. El árbitro vio maldad en las mechas del portugués y le sacó la roja. Salió James por la puerta de atrás (hace dos meses hubiera salido Isco, pero hoy ya es teniente) y saltó Nacho al campo, yéndose a la derecha y dejando a Arbeloa la banda izquierda. El Español siguió con ese juego que consiste en plantar cara sin malicia ni cuchillo que en el Bernabéu suele significar salir goleado. Y el Madrid tuvo una excusa para replegarse. Así comenzó un partido más divertido de contras constantes que dieron escaso fruto y un par de ovaciones de la grada.

Isco era el protagonista absoluto acaparando todos los balones que podía y dando vueltas sobre su pompis postizo

Momento de pequeña tensión fue cuando Isco le puso en bandeja una contra a Bale, que corrió con el mundo por delante y Cristiano a la derecha (oculto entre dos defensores, que hay que decirlo en descarga del galés), y se empapizó de la jugada, disparó mal y torcido y dejó a Cristiano haciendo aspavientos y al público tocando la zambomba contra Gareth. Isco era el protagonista absoluto acaparando todos los balones que podía y dando vueltas sobre su pompis postizo. Disparaba las contras, empujaba a Illarra para que no cogiera foco, y le daba el aliento para dar el último pase. Así fue el gol. Cedido para Arbeloa en la zona caníbal.

El viejo Mercutio, que hostiga al caminante hasta sacarle el oro y la sangre, dejó dicho que Arbeloa es el mejor lateral izquierdo de Europa desde Roberto Carlos. Comandos de las fuerzas especiales se acercaron para desactivar el artefacto, pero lo que vieron allí era la realidad. No había truco. Realmente, el salmantino se come la banda izquierda a su manera de peón. Yendo hacia arriba y mordiendo hacia los lados. En ese balón que le puso Isco, centró con la izquierda y el balón sobrevoló afortunadamente la cabeza ofuscada de Ronaldo. Encontró al otro lado a Nacho, canterano recalcitrante y español de hoy, que bajó la pelota y la cruzó con tranquilidad hacia la red, saludando a sus familiares de la grada.

Ahí fue la muerte civil del encuentro, y sólo Cristiano le puso algo de fiesta al final, corriendo tras los balones como si fuera un loco o un profeta. Esta vez falló. Y llenará de muecas los espejos de su mansión hasta que vuelva a atravesar la portería.

     Real Madrid, 3-Espanyol, 0

Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Varanne, Coentrao; Isco, Kroos (Khedira, m. 80), James (Nacho, m. 53); Bale, Benzema (Illarramendi, m. 63), Cristiano. No utilizados: Navas, Chicharito, Marcelo, Jesé.

Espanyol: Casilla; Arbilla, Colotto, Álvaro, Fuentes; Víctor Sánchez (Luque, m. 61), Jordán (Stuani, m. 67), Cañas, Montañés; Sergio García (Abraham, m. 81), Caicedo. No utilizados: Álex, Moreno, Javi López, Pau.

Goles: 1-0. M. 11. James. 2-0. M. 27. Bale. 3-0. M. 75. Nacho.

Árbitro: David Fernández Borbalán. Expulsó a Coentrao (m. 52). Amonestó a Fuentes, Cristiano, Sánchez, Arbilla, Montañés.

Unos 80.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.

Ángel del Riego

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