Nunca en la historia democrática se habían dado unos resultados como los que estamos viviendo en este 20 N, elegido por los socialistas para celebrar las elecciones generales. Los votantes han castigado a José Luis Rodríguez Zapatero y su política de idas y venidas. Zapatero es el responsable, sin duda, del hundimiento de un partido necesario en España para dar la réplica al próximo gobierno. Pero no es el único culpable. Todo lo que ha rodeado a la convocatoria de estas elecciones, la campaña, la propaganda, las estrategias, todo ha sido nefasto, en ocasiones hasta ridículo. El famoso vídeo del niño “pijo” ha avergonzado a los propios militantes socialistas.
Estos ocho años han sido malos en lo económico y en otros aspectos que la crisis ha tapado. La propia elección del día para los comicios se hizo con una intencionalidad malsana. Zapatero no ha sabido estar a la altura de un Presidente de Gobierno de todos los españoles y, al final, lo ha pagado. Demasiada manipulación, excesiva propaganda como argumento para mantenerse en poder. Los ciudadanos han castigado todas estas frivolidades en un momento en el que nos encontramos con cinco millones de parados. Y luego, Rubalcaba, tampoco ha sabido interpretar el papel que le tocaba vivir. Ha confiado demasiado a su potencial comunicativo y se ha estrellado. Al hombre que ha tenido casi todo el poder, durante tanto tiempo, le faltan argumentos para hablar de futuro siendo, como ha sido, el Vicepresidente de un gobierno gastado. Se quemó mientras explicaba lo inexplicable y demonizaba a una oposición que lleva ochos años fuera del poder. Quiso profundizar, más aún, en esa propaganda manipuladora y se ha estrellado de la mano de Zapatero. Porque este hundimiento lo han hecho juntos aunque D. Alfredo haya escondido a D. José Luis en el fondo de la campaña electoral para que nadie le viera.
El PP también ha conseguido resultados únicos en democracia, pero en este caso en beneficio del que tendrá una mayoría parlamentaria para los próximos cuatro años. Es verdad que a Mariano Rajoy le ha beneficiado una crisis rebelde que no nos permite recuperar aquella forma de vida, pero también es cierto que el líder popular ha sabido centrar su idea, se ha esforzado en decir, allá donde le han querido escuchar, que sus enemigos son el paro, la crisis y la situación negativa en la que estaba inmersa España. Y con esta filosofía de bajo perfil y sin atacar a nadie llegó esa sensación que nos dejó a todos en el cara a cara cuando venció a Rubalcaba, al que muchos consideraban todo poderoso en el ejercicio de la comunicación y la manipulación de las palabras. De nada le sirvió. El gallego de Pontevedra venció y convenció, según todos los medios de comunicación.
Pero no hay que dejar a un lado dos aspectos importantes que merecen ser destacados. Uno de ellos es el desfase, casi delictivo, entre el número de votos obtenidos y la obtención de escaños en el Congreso de los Diputados, por el efecto perverso de la ley electoral. El mejor ejemplo es la comparación entre CiU y UPyD. Cualquier representación nacionalista se potencia por el único hecho de presentarse en una sola comunidad. Rajoy y su gobierno están obligados a poner atención a esto. Tiempo habrá de hablar ampliamente de esta circunstancia.
El otro aspecto que deja estas elecciones es el ascenso, muy positivo para España, de dos partidos, UPyD e IU que, presumiblemente, tendrán grupo parlamentario propio y representan a los intereses generales y no a los de una sola comunidad como ocurre con esa multitud de grupos parlamentarios que luchan en su favor particular.
La legislatura tiene mucho tiempo por delante y un objetivo por encima de todos: reducir el paro y mejorar la situación económica heredada que es la peor que un gobierno ha dejado jamás.
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Pedro Fernández