martes, mayo 7, 2024
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Cuarto día de campaña: El debate

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Había que remontarse al 11S para encontrar en todas las pantallas la misma señal de televisión. El debate, el gran debate, ha supuesto un hecho histórico por la cobertura que ha recibido de medios informativos.

El primer debate seguido en las redes sociales, tuiteado en tiempo real y comentado libremente por todo aquel que tuviera opinión, fuese esta la que fuese, sin  necesidad de recurrir a los clásicos expertos, opinadores y contertulios oficiales en la nómina de cada medio informativo.

Ese ha sido, para empezar, el éxito de una noche que debería servir de punto de partida a una nueva forma de hacer estrategia electoral en una era de la información que ha hecho caducar el modelo de comunicación unidireccional y plano de toda la vida.

Un análisis de urgencia obliga a destacar que contra todo pronóstico, el debate ha sido capaz de enfrentar posiciones divergentes y contrastar opiniones encontradas. Pocas horas antes todos dudaban de lo que se pronosticaba como un monologo a dos voces. Pues no ha sido así.

El debate nos ha mostrado dos candidatos que discutían sus políticas. Dos visiones de programa. Del mismo programa, pues Rubalcaba consiguió que el debate se centrará sobre lo que pone y no pone el programa del PP. Mariano Rajoy fue duro, destacó los errores en la política del gobierno de Zapatero y consiguió mantener el pulso en el debate sobre economía, pero la sorpresa fue que no hubo derrota por goleada en la asignatura pendiente de los socialistas, más bien un debate agrio del que Rubalcaba salió razonablemente bien a pesar de la tormenta del paro.

Discutieron sobre sanidad, educación, políticas sociales y pensiones y se encontraron con dureza en las acusaciones mutuas de recortes. Discutieron, incluso, sobre diputaciones, para sorpresa de todos. En derechos sociales Rubalcaba defendió la política de González en los ochenta y de Zapatero en su primera legislatura. Rajoy no respondió sobre los matrimonios homosexuales, sobre los que pesa un recurso de constitucionalidad interpuesto por el PP.

Rajoy, veterano en estas lides, se soltó acusando y exigiendo pruebas de las acusaciones que recibía. Rubalcaba que soportaba la losa de la mala situación económica apretó al líder de la oposición con preguntas acerca de su programa irritando a su adversario.

¿Quién ganó? Medios afines se decantaran por su candidato, parroquianos y simpatizantes también. Es la virtud del modelo de debate que permite la satisfacción de los que apoyan a cualquiera de sus candidatos.

Un Rajoy lector y moderado por momentos, recio y duro en otros no pudo derrotar a Rubalcaba que con su humor, ingenio y fina habilidad marcó la agenda del debate.

No hubo niña ni guiño de buenas noches. El país no está para bromas, aunque en algunos momentos, todo hay que decirlo, hubo toques de buen humor y encaje de golpes elegante.

La distancia electoral hubiera debido determinar una distancia similar en el resultado de las apreciaciones sobre el éxito de cada uno. Pero no fue así. Por ello, y a pesar de las iras de los exaltados, Rubalcaba, ponderando la situación objetiva de partida con la que salía al debate, se hizo con el resultado.

La campaña sigue.

Rafael García Rico

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