martes, mayo 7, 2024
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Tiempo de vacas flacas

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María Dolores de Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha, ha entrado pisando fuerte. Les dijo a los electores que su programa de gobierno se iniciaba por la «a» de austeridad y en eso está: menos empresas públicas, menos liberados sindicales, menos coches  oficiales y una confesión previa: no hay un euro. Menos que eso: el erario regional tiene deudas para parar un tren. Sabemos lo de las farmacias porque los boticarios han decidió echar el cierre -les deben lo que no está escrito- pero la lista de acreedores cubre la mitad del registro de oficios y actividades industriales. Castilla-La Mancha no es la excepción. En mayor o menos cuantía, todas las comunidades (y los ayuntamientos) están entrampados. En Cataluña, el gobierno de Artur Mas acaba de cerrar un centenar de ambulatorios tras haber reducido a la mitad el horario de quirófano en un montón de hospitales.

En Madrid, Esperanza Aguirre amplia horarios a los profesores titulares y recorta la plantilla de interinos. En Galicia, Núñez Feijóo optó por los genéricos como primera cura frente a la hemorragia que suponía el gasto sanitario. No hay harina y todo es mohína. Volviendo a Cospedal, no me sorprende la polvareda mediática que han provocado sus primeros tijeretazos porque ocupando el sitial que ocupa en el sanedrín del Partido Popular y mirando lo que dicen las encuestas acerca de lo que puede pasar el 20N todo el mundo ha creído ver que lo que hoy sale de la imprenta de Toledo es un anticipo de lo que acabará publicando el BOE sí Rajoy, como todo parece indicar, es el próximo inquilino de La Moncloa. Así las cosas, convendría que quienes, legítimamente, en uso del derecho de huelga, se aprestan a movilizarse contra los recortes que les afectan, antes de echarse a la calle, tuvieran en cuenta la situación económica del país: cinco millones de desempleados, caída en picado de ingresos en la Seguridad Social, expectativas de crecimiento raquíticas… Lo digo porque, en un momento como éste, los más de cuarenta millones de españoles que no son funcionarios -un privilegio, tal y como están las cosas- no lo entenderían. Más aún: lo considerarían una falta de solidaridad con quienes realmente lo están pasando mal. Que son muchos miles quienes, como digo ,tienen la suerte de tener un puesto de trabajo asegurado, a salvo de las turbulencias de la crisis, deberían estar a la altura del drama que nos aflige en este tiempo de vacas flacas que se anuncia largo.


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Fermín Bocos

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