lunes, mayo 6, 2024
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De la indignación a la meada

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Ayer, día de Santiago -otrora patrón de España, y hogaño fiesta como vergonzante, por el complejo de lo de Santiago Matamoros- me di una vuelta por los restos de la marcha de los indignados, acampados en la zona que acoge el turismo de mayor calidad de Madrid, en el triángulo del Prado, el Ritz y el Thissen y Palace.

La Carrera de San Jerónimo estaba cortada, y media docena de policías, tras unas vallas, soportaban con estoicismo los gritos y las provocaciones de dos docenas de indignados.

Para acercarme hasta el kiosco de periódicos, que está en la esquina del Paseo del Prado, tuve que pasar por un estrecho pasillos, entre las vallas de seguridad, y cuando pude adquirir el periódico constaté que el quiosquero también estaba indignado, muy indignado, porque la gente no se atrevía a acercarse a comprar la Prensa. Suele suceder con las ansias revolucionarias, que en muchas ocasiones la revolución no llega, pero siempre alcanza a joderle le vida a alguna que otra persona.

Pero lo más característico no era la acampada en los jardines del paseo, sino un olor característico que, al principio me parecieron esos aromas que se percibe en los malecones de los puertos, pero como Madrid no tiene puerto, a pesar de los esfuerzos de Ruiz Gallardón, pronto noté que el fuerte aroma, en ocasiones tan intenso como apestoso, se debía a los orines de los acampados.

Los cuerpos, estén indignados o disfrutando de la complacencia, tienen necesidad de expeler la orina, y cada litro contiene, aproximadamente, unos 20 gramos de urea, y la urea posee un olor tan intenso, que ni siquiera una nariz acatarrada puede dejar de olfatear.

La idealización tiene eso: simpatizas con un movimiento, te acercas a la realidad, y sólo alcanzas a ver acampada mugrienta, gritos y olor a meadas. Me reproché mi falta de sensibilidad. Pero seguía oliendo intensamente a pis.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Luis del Val

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