Toda realidad preterida acaba por volver y para cobrarse venganza. Es el «caso de los trajes» de Camps, un asunto de corrupción -«cohecho impropio»-, que en cualquier otro país de la Unión Europea ¡y no digamos en los EE.UU.! habría fulminado ya la carrera política de quien se aferra al cargo echando mano de un silencio que a estas alturas de su procesamiento resulta escandaloso. Escandaloso el silencio de Camps y clamoroso el de Mariano Rajoy, líder de la oposición y titular de los mejores pronósticos electores en todas las encuestas.
En relación con el caso de los trajes de Camps, Rajoy está demostrando falta de autoridad. Hace meses que Francisco Camps debería haber renunciado a encabezar la lista del PP en la Comunidad valenciana. Lo decían todas las encuestas: con Rita Barberá al frente los populares habrían revalidado la mayoría absoluta con más respaldo que el obtenido por Camps. Cuando Aznar se enfrentó a una situación similar -el «caso Cañellas»- no lo dudó y fulminó al entonces líder de los populares en Baleares. La solución a la que parecen haber llegado en Valencia: Camps se declararía culpable, pagaría la multa y seguiría como si tal cosa en el cargo, es una solución indecente.
Indecente porque vendría a reconocer que además del «cohecho impropio», aquí unos y otros han estado mintiendo durante meses y en política las mentiras pagan un precio. En resumen, si, como parece, el caso se cierra por esa vía será un cierre en falso porque la política tiene unas exigencias de moralidad pública incompatibles con este tipo de apaños. Por citar a Churchill, mintieron para evitar el proceso, pero ahora tendrán el juicio, la multa y el oprobio. Si Camps no deja el cargo será un cierre en falso y la historia continuará.
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Fermín Bocos