Conozco desde hace tiempo a Alfredo Pérez Rubalcaba. No le he tratado mucho, pero sí lo bastante para admirar su inteligencia y su capacidad de trabajo. Querría admirarle por más cosas, pero sinceramente, hoy por hoy, no puedo.
Es Vicepresidente primero del Gobierno y Ministro del Interior. ¿Cómo puede pretender que separemos esta condición suya de la de candidato a la Presidencia? Y lo está pretendiendo.
Nos ha dicho que hay cosas que no se han hecho bien, y nos promete corregir -si se le elige- los errores cometidos y desarrollar una política acertada, en contraste con la desacertada actual. Y me pregunto: ¿cómo puede esperar que se le crea?
Vamos a ver. Siendo Vicepresidente primero, va inmediatamente detrás del Presidente en lo que hace a la responsabilidad en la toma de las decisiones equivocadas que él mismo reconoce, y que afirma que corregirá.
Pero, o sabía o no sabía, al ser tomadas tales decisiones, que eran equivocadas. Si no lo sabía, es un mal gobernante, es corresponsable con Zapatero y con todo el Gobierno, y nada bueno cabe esperar de él; no se le puede creer cuando afirma que ahora acertará con sus nuevas medidas, a quien aceptó y adoptó las precedentes sin saber que no eran las apropiadas.
Y si lo sabía, si su opinión sobre lo que ha hecho el Gobierno era negativa, una de dos: o se lo dijo así a Zapatero y a sus colegas de Ministerio, o no se lo dijo. Si no se lo advirtió, es doblemente culpable y responsable de que tales errores se cometieran sin que él hiciera nada por evitarlo, antes al contrario, puesto que se solidarizó con el Gobierno en todas las ocasiones. Y si sí lo señaló, y no se le hizo ningún caso, tenía la absoluta obligación de dimitir, única forma de demostrar que él no puede secundar una política dañina de cuyos errores ha dado cuenta sin que se le tome en serio.
Esto por lo que hace al pasado. Por lo que hace al futuro: él -así lo afirma- sabe como debe procederse para sacar a España de la crisis. Y, si quiere que le creamos, ¿por qué no empieza ya? ¿Por qué permite que un Gobierno, del que es Vicepresidente, siga cometiendo errores que están lesionando gravemente al país, y no sólo no hace nada por impedirlo, sino que aplaza la solución para cuando él sea el Presidente? ¿Tan mal quiere a España, tan mal quiere a Zapatero, tal mal quiere al Gobierno, tan mal quiere al PSOE, y tanto se quiere a sí mismo?
Un político que está en el machito, con fortísimas cuotas de poder como corresponde a sus varios cargos, si pudiendo contribuir con soluciones correctas al bien social, aplaza para luego la consecución de ese bien -con grave peligro de que luego sea tarde-, es una persona gravemente peligrosa. Me duele decirlo, pero es así.
Un ministro de Zapatero no puede ser candidato a nada. Así es. Si los ciudadanos españoles han desautorizado ya a Zapatero -incluido su propio Partido, que no quiere ni verlo-, y si los votantes han desautorizado al PSOE -dejándolo literalmente en cuadro en las elecciones de mayo-, y si Europa y medio mundo ha desautorizado al Gobierno, ¿cómo cabe pretender que un hombre de Zapatero, del Gobierno y del PSOE (todo al mismo tiempo) pretenda ahora gobernar el país? Que el PSOE ha de presentar un candidato es obvio y además necesario, pues la democracia requiere el turno de partidos y no -como le gustaría a Zapatero y a su más cercanos colaboradores (entre ellos hasta ahora Rubalcaba)- el partido único. Pero ese candidato no debería proceder del agujero en el que está metido el sistema que desgraciadamente se inauguró en el año 2004.
Hace falta aire fresco. Y soluciones efectivas, de verdad, no imaginarias. Algo muy alejado de cuanto cabe esperar de Rubalcaba o de cualquier otro zapaterista. Un adjetivo que ni él ni ninguno de los suyos pueden rechazar, o han estado mintiéndole al Presidente a la vez que a todo el país. Lo que resultaría bastante preocupante.
Alberto de la Hera