sábado, abril 27, 2024
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Contra la censura del rey

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Cuando Quevedo se adentró en una galería del infierno la encontró poblada de reyes y príncipes, tan vivos allí como muertas sus monarquías en la tierra. “Miré por los españoles y no ví corona ninguna; quedé contentísimo”. Censura. A los censores no les gustó la ironía de don Francisco en su Sueño del Infierno como no le han gustado al rey Juan Carlos los rumores sobre su salud. Censura. La Casa Real, siempre eficiente con sus barreras dócilmente acatadas, ha prohibido a los periodistas acudir a algunos actos del rey y el príncipe. Sólo gráficos, dicen, negando su condición de periodistas. Imagen, no palabras ni hechos.

Mala decisión. El rey y su casa merecen un sello negativo como el que las asociaciones de periodistas quieren crear para los políticos y las instituciones que recortan el derecho a la información de los ciudadanos. #sinpreguntasnocobertura también para la monarquía.

Los ciudadanos tienen derecho democrático a ser informados de cualquier detalle o circunstancia del jefe del Estado. Y también de quienes acuden a palacio en cualquiera de sus funciones. En la Constitución anida el origen de ese atávico oscurantismo que tan a menudo explota la Casa Real. El artículo 56.3 declara inviolable e irresponsable a la persona del Rey, pero también que sus actos deben ser refrendados por el gobierno. Algo debería decir el ejecutivo sobre una intolerable censura real que recuerda tiempos afortunadamente enterrados.

La monarquía vive de la imagen. Y el rey no tiene derecho a quejarse de los rumores de sucesión cuando la figura del príncipe es exaltada con cuidadosa planificación hereditaria en la televisión, el auténtico trono real de estos días, y en las revistas del papel cuché.

Pero televisión y revistas son hoy más irreverentes. Cuando los bastidores del trono crujen como la rodilla del rey, la obsequiosidad de la cobertura real se vuelve carroñera.

Desde los palacios reales no se ven las manifestaciones y acampadas del 15m. Tampoco se escucha el clamor ciudadano por una democracia más transparente y responsable. Maquiavelo aconsejaba fiestas y gestos campechanos al buen príncipe. Don Juan Carlos ha sido maestro de esas destrezas regias. Pero son tiempos de responsabilidad hasta para los irresponsables. A no ser que las galerías mortuorias de Quevedo sigan sin reyes españoles.


Juan Varela

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