viernes, abril 26, 2024
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Sueño erótico cumplido

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Trabajábamos en la misma empresa. Nos unían muchas cosas. Amistad, complicidad, compañerismo… Desayunábamos juntos y, algún día, teníamos que comer juntos. Nos reíamos mucho. Hablábamos de todo. Incluso de sexo, aunque siempre jugando con palabras de doble sentido.

Un día comiendo, tras beber un poco de más de vino que otras veces, terminamos hablando de sueños eróticos. De esos sueños que nunca se cumplen o casi nunca. No concretamos nada. Apenas hicimos referencia a ninguno determinado. Sólo vaguedades. Yo, como una broma más, le dije que me ofrecía para cumplir cualquiera de sus sueños. Ella sólo rió divertida.

Una semana después, al finalizar otra comida, me preguntó si era verdad aquello de ayudarle a cumplir uno de sus sueños. Me sorprendió. Los dos teníamos en aquel momento pareja y nunca lo hubiera esperado, pero le dije que sí. Que cuando quisiese.

Al terminar el trabajo, se me acercó, me dio la dirección de uno de esos apartamentos que se alquilan por horas y me dijo que quedábamos en él en media hora.

Le contesté que allí estaría.

Cuando llegué al apartamento, ella ya estaba allí. Más que un apartamento era un estudio.  Sólo había una cama, una silla y un amplio cuarto de baño con una gran bañera redonda.

Sin mediar palabra me dijo que me desnudase.  Así lo hice y me senté en la cama. Me extrañó ella que se quedase vestida pero enseguida me hizo un gesto para que me levantase mientras acercaba la silla. Se sentó frente a mí. La situación era extraña. Yo, desnudo, en medio de la habitación y ella, vestida, sentada en una silla frente a mí.

A continuación me dijo que llevase mis manos a mi espalda y me pidió que no las usase en ningún caso pasase lo que pasase. Asentí, sin más aunque no entendía nada.

Entonces, se bajó el pantalón vaquero y las bragas hasta los tobillos, abrió las piernas y se puso a tocar su sexo mientras miraba el mío. Yo seguía allí en pie sin entender nada y con el pene flácido. Ella, en cambio se tocaba cada vez con más lujuria.

Al poco tiempo mi verga empezó a reaccionar y a tomar cuerpo. Ella, según la veía crecer, más aceleraba el ritmo de la masturbación… Lógicamente, aquello me excitó y conseguí una gran erección. Ella jadeaba, gemía y se agitaba en la silla. Levantaba la pelvis y la bajaba de una forma salvaje. De pronto, alargó una mano sin dejar de tocarse con la otra, cogió mi ariete y exhaló un tremendo suspiro que la dejó casi sin respiración durante 20 segundos. Después quedó inerte. Con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.

Yo continuaba con mi pene erecto pero sin saber qué hacer. No sabía si acercarme y metérselo en la boca o masturbarme delante de ella.

Pero enseguida reaccionó. Abrió los ojos. Sonrió y sólo me dio las gracias mientras se levantaba y se subía las bragas y el vaquero. Yo, únicamente, pude decir, mirándome la erección… ¿Y ahora que hacemos…?

Pero ella, mientras se dirigía al cuarto de baño, sólo me contestó: Nada. Era mi sueño y solamente hemos venido a eso…

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