jueves, abril 18, 2024
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La horquilla de las encuestas y la nada

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Ayer, domingo, pareció que todo el mundo se había vuelto loco. Cualquier medio que preciase de ser importante sacó sus encuestas electorales. Y en todas, jugando a favor del viento, daban unas mayorías aplastantes al PP. Tan aplastantes que hasta Rajoy, tan prudente, abandonó su proverbial tancredismo y se soltó el pelo, y tan concluyentes que hasta Zapatero, tan idealista, abandonó su proverbial positivismo y le echó la culpa de todo a Aznar. En definitiva que, mientras el ciudadano tiene ya claro qué va a hacer, los institutos sociológicos -que se deben estar poniendo las botas a costa de los periódicos- se dedicaron a calentar la campaña basándose en unas respuestas vagas a unas preguntas indiscretas.

En esto de las encuestas siempre hay un pero y ese pero siempre hay que relacionarlo con quién las paga y entre quiénes se hacen y, muy especialmente, en las horquillas que dejan sueltas para cubrirse las espaldas y que, al final, lo mismo sirven para planchar un huevo que para freír una corbata.

No se entiende bien, por tanto, ese afán de pedir y de publicar encuestas. Porque, además, con las encuestas pasa como con el tiempo, ambas cosas producen un extraño mecanismo en nuestra memoria que hace que todo se nos olvide unos meses o unos años después. Lo mismo que nadie se acuerda del calor que hizo el invierno pasado o de lo que llovió hace dos veranos, nadie se acuerda de los patinazos que dieron esas encuestas en el pasado reciente y de cómo se ahorcaron en sus propias horquillas.

Seamos serios. Las encuestas no son nada. Ni siquiera eso que se han inventado los cursis de que son las radiografías electorales de un momento preciso, porque semejante bobada no deja de ser más que otra forma de cubrirse las espaldas.

Y es que nadie sabe qué es lo que va a pasar el domingo 22. Entre otras cosas porque el voto es individual y secreto y España, lo dicen sociólogos e historiadores, es un país de izquierdas y de nacionalistas. Y eso tiene mucha fuerza a la hora de la verdad. Tanta que en esta tierra se vota muy raramente.
Aquí, cada uno vota al suyo y cuando no vota al suyo no vota. Es la fuerza del voto vago y eso no lo pueden reflejar las encuestas.

Que va a ganar el PP, seguramente. Hay demasiado cabreo contra Zapatero. Pero, también seguramente, no ganará por goleada.

Editorial Estrella

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